De Caín y Abel se puede decir: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano” (Lucas 18:10). Aunque ambos disfrutaron de los mismos privilegios y oportunidades, estaban lejos de ser iguales. Los privilegios cristianos no producirán en sí mismos a un cristiano. Tenemos aquí:
I. La voluntad propia rechazada. “Pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya” (Gen. 4:5). Caín debe primero ser aceptable antes que su ofrenda. Su ofrenda fue rechazada, porque él mismo era culpable. Cristo era sin mancha cuando se ofreció a sí mismo. “El camino de Caín” era su propio camino (Judas 1:11). El propio camino del hombre es buscar la aceptación con Dios sin confesar su culpa. No hay camino de esta manera; tanto el oferente como la ofrenda son rechazados.
II. La fe aceptada. “Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda” (Gen. 4:4). “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella” (Hebreos 11:4). La ofrenda y el oferente se paran o caen juntos. Cuando por la fe nos aferramos a Cristo, no hay posibilidad de rechazo, porque esa ofrenda ha sido aceptada por Dios, y todo creyente es aceptado en él. “En él es justificado todo aquel que cree” (Hch. 13:39). La fe en Cristo es siempre la fe aceptable.
III. La enemistad manifestada. “Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante” (Gen. 4:5). Era religioso en las apariencias, pero en el corazón era hostil hacia Dios. Tenía la forma de la piedad, pero era ajeno a su poder. Muchos en estos días han seguido el camino de Caín, contentos con la mera ceremonia, mientras que la sustancia viva nunca ha sido tocada o probada.
IV. La misericordia revelada. “Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Gen. 4:6-7). Dios en la misericordia señala a Caín que la única forma de aceptación como pecador es a través de una ofrenda por el pecado. Cristo llevó nuestros pecados en su propio cuerpo en el madero. Esta ofrenda por el pecado está a la puerta de todo pecador. ¡Qué misericordia que el precio de la expiación esté tan cerca!
V. La justicia aborrecida. “Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató” (Gen. 4:8). ¿Y por qué lo mató? (vea 1 Juan 3:12). Odiaba la justicia de Dios como se veía en su hermano. La mente carnal del hombre preferiría apagar la luz divina en derramamiento de sangre que reconocer su pecado. Cristo fue la justicia de Dios, y los hombres gritaron: “¡Fuera con éste!” (Lucas 23:18). Amaban las tinieblas en vez de la luz, porque sus obras eran malas.
VI. La maldad juzgada. “Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra” (Gen. 4:11). El consejo de Dios con respecto a la ofrenda por el pecado fue rechazado; ahora viene la maldición. ¡Qué asombrante cumplimiento de Juan 3:18! “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” Rechazar a Cristo como la ofrenda por el pecado no significa escaparse de la ira y la maldición de Dios. ¿Qué pensáis de Cristo? (Mat. 22:42).
VII. La justicia vindicada. “Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado” (Gen. 4:13). Reconoce la justicia de su condena, pero está tan endurecido que no pide misericordia. “Hay misericordia a la última hora,” dicen muchos; ¿pero qué pasa si tu corazón se vuelve tan duro que ni siquiera te rendirás a buscar misericordia? El corazón es engañoso y perverso (Jer. 17:9); no confíes en él. Falsos adoradores, recuerden el destino de Caín.