Jonás el fugitivo
Jonás 1:1-3
Este es uno de los más fascinantes de todos los libros de la Biblia. Para aquellos que pueden leer entre líneas, es más fascinante que la novela más popular.
I. ¿Quién era Jonás?
De 2 Reyes 14:25, aprendemos que él era el siervo y profeta del Señor, un título bueno. Su nombre significa «paloma». «Si fue una expresión de su naturaleza, entonces tal vez esta sea una de las razones por las que huyó de la gran y malvada Nínive. Era hijo de Amitai, pero el nombre de su padre está envuelto en el misterio. Todos los grandes hombres no provienen de grandes padres. Aunque el mundo no extrañe a tu padre, esto no es razón para no extrañarte cuando ya no estés. Un hojalatero puede morir sin sentido de gran pérdida, pero el nombre de Bunyan será de memoria eterna. No juegues con los días de tu juventud. Jonás fue el autor de este libro que lleva su nombre. Qué revelación nos da de sus propios defectos y locuras. No lo condenes de forma demasiado severa por ser un profeta fugitivo, porque nunca lo habríamos sabido si él mismo no nos hubiera dicho. Anota tus propias faltas como Jonás, y mira si tu registro no es infinitamente más negro que el suyo. ¿Te atreverías a hacerlo? De todos modos el ángel registrador lo está haciendo por usted. Está claro que al escribir este libro, Jonás no busca su propia gloria. Ningún hombre puede ser un profeta de Dios que así lo hace. La búsqueda de sí mismo es el espíritu de Anticristo, y con él debe ser arrojado al pozo sin fondo.
II. Su comisión
El Señor le dijo a Jonás: «Levántate y vé a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí» (1:2). Esta fue una llamada repentina y sorprendente, pero todas las llamadas de Dios son repentinas. Mira la ciudad a la que fue enviado. Había sido fundada por Nimrod poco después de la confusión de lenguas en Babel, y por lo tanto tenía mil años de edad. Era la ciudad más grande de la monarquía más poderosa del mundo. Tenía sesenta millas [96 kilómetros] de circunferencia, y contenía calles y avenidas de veinte millas [32 kilómetros] de largo; sus paredes tenían cien pies [30 metros] de altura, y tan anchas que tres carretas podían ser andar al día en la parte superior. Su población debía haber sido de más de 600.000 habitantes. Pero, además, era grande en maldad, y esa iniquidad había subido al trono mismo de Dios. Poco pensaron esos ricos y voluptuosos ninivitas que sus pecados secretos fueron cometidos ante Jehová. Pero así fue, y así es ahora. Los pecados secretos de nuestras ciudades modernas claman más fuerte en los oídos de Dios que el rugido y el ruido del tráfico en las calles. Si tuviéramos los oídos de Dios, nada nos asombraría más, pienso, que la larga paciencia de nuestro Dios. Amigo, piénsalo, cada pecado no perdonado es una voz que clama al cielo por venganza. Nada puede silenciar ese clamor, excepto la preciosa sangre de Jesús. Ahora mira el propósito para el cual Jonás fue enviado a Nínive. Iba a «pregonar contra ella». ¡Qué tarea! Como una pequeña piedra en el lecho de un río bravo y furioso en su contra. Pero el profeta no debía preocuparse por el éxito, simplemente debía obedecer el llamado y dejar las consecuencias en manos de aquel que le llamó. Vosotros sois mis testigos, dice el Señor. Cada testigo de Dios debe clamar contra la iniquidad de su día y de su generación. La generación actual está maldecida con perros mudos que no pueden ladrar. Piense en el tráfico de bebidas asesinas, bajo licencia y protección de la ley, para hacer y enterrar a 100.000 borrachos cada año, mientras hay hombres que profesan ser testigos de Dios que se niegan a clamar en contra. Piense en el fervor de los juegos de azar que está estampado sobre los rostros de muchos de los jóvenes que los encamina a la ruina eterna. Piensen en la infidelidad y la indiferencia que se está asentando entre la gente, como una malaria mortal. ¡Oh, que todos los profetas de Dios se manifiesten en contra! «Pero», sólo se burlan de uno». Bueno, mejor que te burlen por tu fidelidad que por tu cobardía.
III. Su desobediencia
En lugar de ir a Nínive, Jonás huyó a Tarsis, o al menos lo intentó. Se levantó, como una paloma suelta en un lugar extraño, que realiza el circuito de la indecisión, luego se lanza a la deriva en la dirección equivocada. Tal vez usted ha tratado la llamada de Dios de la misma manera. Has escuchado su Palabra, y sabías que debías creerla, y ser salvo, pero te alejaste de ella, y has huido del Señor. Jonás estaba disgustado y, por así decirlo, entregó su renuncia como profeta. Es mucho más fácil renunciar que enfrentar una dura dificultad. Cualquier necio puede negarse a obedecer. Sí, es fácil huir de la voluntad de Dios, cuando el corazón no está en simpatía con él y su obra. Es fácil negarse a escuchar la Palabra de Dios un domingo, cuando el corazón y la mente están ocupados sólo con cosas mundanas. Jonás estaba deslizándose hacia la vergüenza y confusión cuando bajó a Jope, y luego bajó a la nave. Si estamos tratando de despejarnos del llamado de Dios al arrepentimiento y a la fe, estamos descendiendo hacia la desolación espiritual. Piensen del pecado de «huir de la presencia de Jehová». ¿Por qué? Porque la presencia de Jehová es intolerable a una voluntad rebelde. Es por esto que los hombres algún día clamarán por las rocas que caigan sobre ellos y desearán esconderse de su presencia (Apoc. 6:16). Justo ahora Dios está llamando a los hombres a levantarse y huir a Cristo, pero en lugar de hacer eso están huyendo a Nínive, tratando de ahogar su convicción en los placeres del mundo. Jonás al huir, lo siguiente que tuvo que hacer fue pagar la tarifa. «Y pagando su pasaje, entró en ella para irse» (Jonás 1:3), pero Jonás tenía más que pagar de lo que esperaba. No toda la tarifa se paga por adelantado. Joven, ¿alguna vez has considerado cuál es el costo desde la presencia del Señor hasta la tierra de la impiedad? Mira esa complexión, esa cara manchada, ese personaje destrozado, ese hombre viciado con la bebida–ahora mismo está pagando la tarifa. Vea ese miserable con la codicia estampada en su rostro, y un corazón tan frío e insensible como el oro que acapara; huyó al dinero, y tuvo que pagar la tarifa de convertirse en su esclavo. Esa joven que una vez pensó en convertirse en cristiana, pero que fue obstaculizada por el miedo al hombre, y que ha huido de la presencia de Cristo, ahora está pagando la tarifa, en una conciencia cauterizada y una vida desesperada. Verdaderamente el camino de los transgresores es duro (Prov. 13:15). El pródigo en el país lejano, en trapos y miseria, mirando con ojos hambrientos al comedero de los cerdos, estaba pagando la tarifa por alejarse de su padre. ¿Cuál es el significado de ese llanto y lamento en la eternidad? Es esto: Las almas que han huido de la presencia del Señor Jesucristo están pagando su tarifa. ¡Qué precio! ¿Estás preparado para pagar tu propia tarifa, o confiarás en el precio que Jesús ha pagado en tu lugar? (l Pedro 1:18, 19).
Jonás descubierto
Jonás 1:4-7
El profeta desobediente huyó con toda velocidad a Jope. Los pies desobedientes están seguros de correr con rapidez. Siempre es fácil correr en descenso. Pero los mensajeros de Dios son más veloces que los pies de cualquier fugitivo. Envió la tormenta como su detective para capturar a su siervo culpable. Los marineros están terriblemente alarmados, y fueron al extremo de alivianar la nave; las mercancías fueron arrojadas al mar. Es la vieja historia. «Todo lo que el hombre tiene dará por su vida» (Job 2:4). Muchos de los que han conducido sus vidas sin Dios se ponen a alivianar la nave cuando la muerte los está mirando a la cara. Pero las mercancías no pueden apaciguar la tormenta de la ira de Dios contra el pecado. Veamos:
I. El profeta durmiente
Tuvo un viaje de unos tres días, pero con tanta prisa por alejarse de la presencia de Dios es posible que lo hizo en menos de dos. Estando cansado de su huida, y después de haber pagado la tarifa, pronto se duerme en el barco. Qué triste. Cansado huyendo de Dios. Verdaderamente el camino del transgresor es duro (Prov. 13:15). Si el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones, también se rocía con muchas lágrimas. Está lleno de suspiros y dolores. Descanso es lo que buscan las almas fugitivas. Anhelan la insensibilidad completa a sus pecados. Cuántas convicciones se han ahogado en la bebida, y asfixiado en los lugares del placer pecaminoso. Recuerda, la insensibilidad no es seguridad. Un hombre puede nunca estar más en peligro que cuando la mentira está soñando con facilidad. Jonás dormía mientras sus compañeros a bordo estaban desesperados por sus vidas. Temo que muchos cristianos profesantes están jugando a la Jonás aquí, disfrutando de la facilidad egoísta, en lugar de tratar de ayudar a las almas que perecen. Un cristiano dormido no sólo es indefenso e inútil, sino que es definitivamente un obstáculo para los demás. ¿Cuál fue la causa de esta gran tempestad que oprimió tanto a la nave que «se pensó que se partiría la nave» (Jonás 1:4). Fue la desobediencia del siervo de Dios. Piensen en la solemne responsabilidad que descansa sobre nosotros como siervos de Cristo. Es posible poner en peligro las almas de los demás por nuestro comportamiento insensible hacia Dios. Los santos endurecidos en el Evangelio producen pecadores endurecidos contra el Evangelio.
II. La llamada despertadora
«¿Qué tienes, dormilón? Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no pereceremos» (Jonás 1:6). Este es el lenguaje del capitán–pagano como era–creía en la oración. Nuestro país está lleno de paganos; hombres que creen en la oración cuando las olas de la muerte arremeten salvajemente a su alrededor. Aquellos que solo piensan de la oración en tiempos de mala tempestad. Un impío que se burló de un ministro de Cristo a bordo del barco cuando el clima fue placentero, oró: «O Dios, si hay un Dios, ten piedad de mí», cuando llegó la tormenta. Estos marineros de buen tiempo son muy comunes. El somnoliento profeta despertó para descubrir que el Dios del que trató de huir está en su vía, y ha bloqueado su camino. Los marineros que pensaban que la tormenta había llegado porque algunos de ellos eran culpables, «echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás» (Jonás 1:7).
III. Su descubrimiento
El fugitivo es descubierto. Qué gran despertar esto debe haber sido para él. «Y sabed que vuestro pecado os alcanzará» (Núm. 32:23). Vemos aquí la prueba de una providencia dominante. La suerte cayó sobre Jonás. Dios siempre pone la gorra sobre la cabeza correcta. Cuando Dios viene a deshacerse de la suerte que ha sido arrojado al azar del tiempo, cada uno recibirá lo que les corresponde. «Voy a arriesgarme», dijo un pecador imprudente, cuando se le instó a aceptar a Cristo y ser salvo. ¿Qué riesgo? ¿La posibilidad de escapar ser descubierto a la hora de juicio? Recuerda, «la suerte cayó sobre Jonás». Recordemos que un transgresor puede ser un gran obstáculo para otros. Un cristiano, cuya vida no está en armonía con la voluntad de Dios puede obstaculizar la causa de Cristo. El pecado de Acán impidió a todo el ejército de Israel (Josué 7:8-18). Aprende también la locura de intentar huir de Dios. Como pecador, se te puede permitir huir al desierto de la ruina eterna, pero como siervo, Dios está seguro de levantarte, como si fuera, con bocado y brida. Judas vendió a nuestro Señor, se suicidó y fue a su propio lugar (Hechos 1:25). Pedro negó a nuestro Señor, pero por medio de la oración de su Maestro, lloró y fue restaurado. Al escondernos de Dios, lo estamos tentando a que nos excluya de su presencia —que es vida para siempre.
IV. La desobediencia conduce a la confusión
Qué débil Jonás era en presencia de estos marineros paganos. En lugar de ser un faro y una torre de fuerza para ayudarlos, fue una fuente de dolor y perplejidad. Es triste ver al profeta de Dios confundido y perplejo en la presencia de los impíos. Un cristiano impotente es un objeto de lastima. La sal sin sabor es algo inútil. Sansón en el poder del Espíritu de Dios es más poderoso que una multitud de filisteos, pero como fugitivo de su Dios, se convierte en un miserable objeto de risas. Un cristiano debe ser un hombre valiente manifestando poder irresistible. Lo será al no ser como Jonás, quien fue cobarde y desobediente. En el regazo de Dalila, Sansón fue deprivado de su fuerza. En el regazo de los placeres y la alegría del mundo, la iglesia misma está siendo despojada de su poder. La incoherencia de un cristiano no logrará más que Jonás. Es imposible estar fuera de la comunión con Dios y, sin embargo, tener la influencia y la autoridad de un siervo obediente. Nuestra fuerza reside en nuestra cercanía a Dios. Cuanto más cerca del fuego nos mantenemos, más nos poseerá su calor. Moisés lo sabía cuando exclamó: «Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí» (Éxodo 33:15). Si tenemos su presencia, nada será imposible; si no tenemos su presencia, no tenemos nada que valga la pena tener. Jonás huyó de Dios. David huyó a Dios. ¿Adónde huyes tú?
Jonás por la borda
Jonás 1:8-15
Ahora que el capitán tiene a Jonás completamente despierto, está asediado con preguntas de los marineros. Hay algo muy triste acerca de un profeta del Señor al cual se le pregunta: «¿Cuál es tu ocupación?» Como un soldado, la prueba de su llamado debe manifestarse siempre. Los hombres no tuvieron que preguntarle a Elías: «¿Cuál es tu ocupación?». Tampoco a Pedro o Pablo. Su conexión con Dios fue estampada en cada acción. Si los hombres tienen que preguntarnos si somos cristianos después de estar en nuestra compañía por un tiempo, es sin duda prueba suficiente que nos hemos apartado.
I. Jonás confiesa
«Y él les respondió: Soy hebreo, y temo a Jehová, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra» (Jonás 1:9). Si teme a Jehová, ¿por qué no lo invoca? Otros han estado invocando a sus dioses, ¿por qué está en silencio? Tal vez la razón está aquí; Jonás había pecado, y aún no había confesado su pecado a Dios. El pecado no confesado cierra la boca de la oración. Esta es la razón por la que muchos dejan de orar. El pecado está en su conciencia, no lo confiesan, así que no pueden orar. «El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia» (Prov. 28:13). Las oraciones que una vez se pronunciaban a la rodilla de una madre ahora son asfixiadas por una conciencia culpable. Se le hace otra pregunta a Jonás que llega al corazón del asunto: «¿Por qué has hecho esto?» (Jonás 1:10).
A esto se quedó sin palabras. Siempre podemos dar buenas razones para huir a Dios, pero ¿quién puede dar una respuesta razonable para huir de Dios? ¿Estás apartado? ¿Te has desviado de seguir a Cristo? «¿Por qué has hecho esto?» ¿Qué respuesta puedes dar a esta pregunta? Cuan lamentable es cuando la vida de tantos llevan la marca de Caín, la marca de aquellos que se han apartado de la presencia del Señor, aquellos que una vez profesaron ser cristianos, pero que ahora lo niegan por sus malas obras. ¿Qué dirás cuando Dios mismo te hará esta pregunta: «¿Por qué has hecho esto?» Se le hace otra pregunta a Jonás que debe haber sido como una daga a su alma. «¿Qué haremos contigo para que el mar se nos aquiete?» (Jonás 1:11) Estos hombres creyeron en la doctrina de la sustitución. ¿Por qué lo practican los paganos? ¿Dónde lo aprendieron? Fue la primera lección que Dios enseñó al hombre caído al vestirlo con abrigos de pieles. Pero ahora, en estos días, esta verdad divina es despreciada, debido al orgullo del intelecto. Ahora no debemos hablar de «la caída del hombre», sino «el ascenso del hombre». No quieren que se enseñe ahora que Dios hizo al hombre a su propia imagen, sino que surgió de una gota de agua sucia, llamada protoplasma. La apostasía de los últimos días está entre nosotros. La respuesta de Jonás implica:
II. Un rendimiento noble
«Él les respondió: Tomadme y echadme al mar, y el mar se os aquietará; porque yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros» (Jonás 1:11). Siente su culpa, y ve en la tormenta la mano de la venganza divina. Cada hijo de Dios puede leer la providencia como ningún otro puede. Está dispuesto a ofrecerse un sacrificio al Dios de la tempestad para que sus compañeros en prueba puedan ser salvos. Parece que el sacrificio propio es el camino al verdadero servicio. ¿Estamos dispuestos a ser echados fuera para Dios para que podamos ser una bendición para los demás? Jonás confesó que la tempestad estaba sobre ellos por su culpa. Si somos culpables de meter a otros en problemas por nuestra falta de fidelidad a Dios, no seamos culpable de agregar pecado al pecado negándolo. Pero los marineros, hasta ahora, no estaban dispuestos a arrojar al culpable por la borda. Eran una tripulación de hombres de corazón noble, y demostraban una renuencia magnánima.
«Y aquellos hombres trabajaron para hacer volver la nave a tierra; mas no pudieron, porque el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos» (Jonás 1:13). Sí, pero remar fuertemente no será suficiente, cuando se exige sacrificio. Todos los esfuerzos de los hombres no evitarán la tempestad de la ira de Dios contra el pecado; debe haber un sacrificio. Preferimos dar a Dios la obra de nuestras manos que el sacrificio de un corazón quebrantado. «Y aquellos hombres trabajaron para hacer volver la nave a tierra; mas no pudieron». Es una imposibilidad absoluta para nosotros tener éxito a la luz del propósito de Dios. Ustedes que buscan por mucho esfuerzo llevar su alma al cielo, tendrán que rendirse en desesperación. Si deseas elaborar tu propia salvación, debes ver que es Dios quien obra en nosotros. «Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filp. 2:13). Al encontrar inútiles sus esfuerzos, claman al Señor que la vida de Jonás no sea puesta a su cargo.
III. Divinamente frustrado
«Y tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; y el mar se aquietó de su furor» (Jonás 1:15). Debe haber sido con corazones pesados que lo echaron por la borda. Como pasajero había pagado la tarifa de Jope a Tarsis, y ahora es arrojado del barco. Vea cómo Dios puede frustrar nuestros planes propios. Es triste enterrar a los muertos en el mar, pero aún más triste enterrar a los vivos de esa manera. La terrible caída apenas se escucharía en medio del bramido y el rugido de la tempestad. Se hizo el sacrificio. Dios aceptó la ofrenda, e inmediatamente «el mar se aquietó de su furor» (Jonás 1:15). La clave de todo esto se encuentra en las propias palabras de Cristo. «La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás» (Mateo 12:39). Jonás entonces es una señal. ¿Una señal de qué? De muerte y resurrección. Qué imagen tenemos aquí de uno mayor que Jonás, quien voluntariamente se ofreció un sacrificio para que los demás por medio de él pudieran ser salvos. En la tormenta y en la tempestad vemos el juicio de Dios, a causa del pecado. El pecado fue el de la desobediencia; por la desobediencia de un hombre muchos fueron hechos pecadores. El remedio fue el sacrificio de un profeta. ¡Qué ilustración llamativa de Cristo, el gran Profeta, que tomó el lugar de los desobedientes, y se dejó ser echado fuera para evitar la tormenta del juicio, y que muchas almas preciosas sean salvas! «Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos» (Jonás 1:16). Hicieron sus votos después de que la tormenta había cesado. Muchos hacen juramentos a Dios en el tiempo de aflicción, pero lo niegan cuando llega la liberación. Los juramentos de los inconversos son generalmente promesas que necesitan ser convertidos. Si has sido salvo por medio de Cristo sumergiéndose en el mar de la ira de Dios en tu lugar, entonces haz tus votos de convenio a Dios, y guárdalos.
Jonás orando en su tumba
Jonás 2:1-10
Dios tiene muchas maneras de obrar. El profeta fue apresado por una tormenta, tragado por un pez y vomitado a salvo en la costa. Qué aliento para aquellos que pueden estar orando por hijos e hijas desobedientes. No has recibido carta por mucho tiempo, pero confía en el Dios de Jonás. Con la vara de aflicción, los puede rescatar de su desobediencia y pecado, y así animar tu corazón con inesperadas nuevas de alegría. ¿Pero fue una ballena lo que tragó a Jonás? Los científicos dicen que la garganta de una ballena es demasiado pequeña para tragarse a un hombre, y los impíos con su voz en alto ha sido prestos para magnificar tal dificultad. Jonás no dice que fue una ballena, dice: «Pero Jehová tenía preparado un gran pez» (Jonás 1:17). Donde se usa la palabra en Mateo 12:40 [en algunas traducciones, como la King James y Reina-Valera 1909], simplemente significa «monstruo marino». En el año 1758, un hombre se dedicó a exhibir un tiburón que le había tragado a él mismo. La historia es que dejó el barco para bañarse, y fue tragado por el tiburón. El capitán le disparó, el hombre fue vomitado y rescatado con pocas heridas a pesar de su experiencia. El tiburón fue capturado y presentado al hombre que había sido tragado. Si un tiburón puede tragar y vomitar a un marinero, ¿qué impedirá que haga lo mismo con un profeta? Jonás es:
I. Una señal de Cristo
Los judíos requieren una señal. Jesús dijo: «Señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás» (Mateo 12:39). Habían tenido muchas señales. Aún quedaba por dar una: la señal de su resurrección. Jonás es una señal de Cristo.
A. En su sepultura. Fue echado fuera; Cristo fue rechazado por sus hermanos. Lo llevaron fuera de la puerta de Jerusalén y lo mataron (Heb. 13:12). Jonás fue enterrado en el corazón del mar; Cristo en el corazón de la tierra (Mat. 12:40). Observen que el propósito por el cual ambos fueron echados fuera era el mismo: hacer la paz. «Tomadme y echadme al mar», dijo Jonás, «y el mar se os aquietará» (Jonás 1:12). «Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz» (Col. 1:20). El pecado estaba en Jonás; el pecado estaba sobre Jesús. Jonás también expresa la tipología de Jesús.
B. En su actividad consciente en el lugar de la muerte. Los marineros enterraron a Jonás en el mar, y sin duda lloraron por él como un muerto, pero observe lo que sigue:
II. Vivo después de ser enterrado
Un alma viva, consciente y activa en las profundidades. No debemos suponer, como se cree comúnmente, que el gran pez devoró al hombre en el momento en que fue arrojado por la borda. Él mismo nos dice que «Las aguas me rodearon hasta el alma, rodeóme el abismo; el alga se enredó a mi cabeza. Descendí a los cimientos de los montes;» (Jonás 2:5-6). Cuando Cristo fue enterrado, sus amigos lo lamentaron como muerto; pero mientras preparaban las especias para su cuerpo, predicaba a los espíritus encarcelados—aquellos que creemos—que habían muerto en la fe de su venida y que esperaban su resurrección. Cuando Samuel fue traído del otro mundo, estaba inquietado, porque venía un lugar de felicidad. Si el hombre rico, mencionado en Lucas 16, hubiera sido levantado, no se habría quejado el cambio, sino que habría estado más que agradecido. Si pudiéramos ver ahora las alegrías o penas de nuestros muertos difuntos, no nos condicionaría a esta vida presente. Otra vez Jonás tipifica a Jesús.
A. En su resurrección. «Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra» (Jonás 2:10). Salió de las profundidades con la misma individualidad con la que fue echado adentro. Fue el mismo Jesús que resucitó de entre los muertos que fue enterrado en la tumba. Ninguno de ellos vio corrupción. El lanzamiento de Jonás sobre la tierra seca no es más que la espera de ese tiempo en que tanto la tierra como el mar vomitarán a los muertos que están en ellos (Apoc. 20:13); algunos al sol de la vida eterna, algunos a la oscuridad de la vergüenza eterna y el desprecio. Aquí podríamos ver también:
III. La historia de un alma
La experiencia interior de Jonás ha sido hasta cierto punto la experiencia de todos los que han pasado de la muerte a la vida, todos los que han sido traídos de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios. Notarás siete pasos en la experiencia de Jonás:
A. Desobediencia. Se negó decididamente a obedecer lo que sabía que era la voluntad de Dios. ¿Quién de nosotros no ha dado ese paso?
B. Convicción. Su alma ahora está rodeada con los horrores del hades. Las hierbas están envueltas sobre el corazón, así como su cabeza. La desobediencia a Dios es el camino recto hacia el abismo de la desesperación.
C. Confesión. Reconoce la mano de Dios en detenerlo. «Me echaste a lo profundo» (Jonás 2:3). Un hombre no está listo para ser salvo hasta que esté preparado para reconocer la justicia de Dios al castigar a los transgresores. Debemos confesar nuestros pecados si esperamos su misericordia para perdonar.
D. Contrición. «Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová» (Jonás 2:7). En el recuerdo de su bondad, el corazón se derrite. La verdad alojada en la mente en los primeros años a menudo resulta efectiva en la vida posterior. ¡Si la humanidad sólo recordara al Señor Jesucristo, cuán pronto serían liberados de la amargura de sus vidas!
E. Oración. «Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez» (Jonás 2:1). Donde hay verdadera pena por el pecado, debe brotar la oración a Dios. Un alma sin oración es como un recipiente sellado. Se necesitó mucha fe para clamar a Dios desde el vientre de un monstruo marino. No hay nada como las mandíbulas de la muerte para abrir la boca de la oración. Muchos tientan a Dios por su rebelión a sumergirlos hasta el vientre del infierno, para que aprendan a orar. Mejor orar bajo el sol que esperar a que te hundas en las profundidades de la desesperación, y se aproxime la muerte como el pez de Jonás para tragarte.
F. Liberación. Jonás fue vomitado sobre tierra seca. Fue para él como lo es para todos los que han sido salvados por el Señor–una resurrección de entre los muertos. «Ha pasado de muerte a vida» (Juan 5:24). Algunos piensan que nadie puede saber cuándo son salvos. ¿No lo supo Jonás? Él exclamó: «La salvación es de Jehová» (Jonás 2:9). Sí, Jonás tuvo que pagar la tarifa para alejarse de la presencia del Señor, ¡pero recibió un pasaje gratis de regreso! El Señor se encargó de todo el costo de regresarle a su hogar. Siempre es así, si huyes de Dios, debes pagar tu propia tarifa; si regresas a Dios no hay nada que pagar. «Al que a mí viene, no le echo fuera» (Juan 6:37).
G. Acción de gracias. Dijo cuando salió del vientre de la muerte a la luz del cielo: «Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios» (Jonás 2:9). La acción de gracias se convierte en una realidad cuando se disfruta de la salvación. Si hubiera más almas salvas en nuestras iglesias habría menos necesidad de instrumentos musicales. Hay tres condiciones que pueden incluirnos a todos:
(1) Aquellos que son indiferentes acerca de la salvación.
(2) Aquellos que están orando para ser salvos.
(3) Aquellos que dan gracias a Dios porque son salvos.
¿Cuál es tu condición? «¡Gracias a Dios por su don inefable!» (2 Cor. 9:15; Sal. 40:1-5).
Jonás obediente
Jonás 3:1-10
Hay muchas preguntas que uno quisiera hacer aquí, pero ¿quién puede responderlas? ¿Qué hicieron los marineros después de la tormenta, cuando su carga había sido lanzada por la borda? ¿Regresaron a Jope para intentarlo de nuevo? De ser así, la historia de la tormenta que se calmó al arrojar a un profeta al mar, sin duda, circularía rápidamente, y tal vez llegaría a Nínive antes de que Jonás llegara.
I. El llamado repetido
«Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás» (Jonás 3:1). ¡Qué amable es Dios, al darle a un hombre una segunda oportunidad para servirle! Podría haberlo dejado en su desobediencia para perecer. ¡Qué esperanza hay en el Segundo Hombre, el Señor del Cielo! ¿Hay alguien de nosotros que no haya tenido una segunda llamada? Sí, un sexto, un séptimo y un setenta, y tal vez hasta ahora no ha habido respuesta. El derecho de Dios a vengarse a menudo se niega, pero ¿te atreves a negar su paciencia y longanimidad? La ley fue dada, el cual fracasó por causa de nuestra desobediencia; ahora la segunda oportunidad de la humanidad está en su llamada de gracia. Observe la comisión cambiada: «Levántate y vé a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré» (Jonás 3:2). Al principio la comisión a Jonás fue «pregona contra ella» (Jonás 1:2), ahora debía hablar lo que se le dijere. La llamada se repite, pero la comisión se altera. ¿Te das cuenta de que la Palabra del Señor vino a Jonás antes de que se le pidiera que lo predicara? Los predicadores deben tener una revelación de Dios. Si no han visto ninguna visión, entonces no tienen ningún mensaje. Pablo podría decir: «Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado» (1 Cor. 11:23). Testificamos de lo que hemos visto, de lo contrario no somos testigos. En estos días se está haciendo un intento audaz de desacreditar todo lo que tiene apariencia de ser milagroso en la Biblia. Si no hay milagro, entonces no puede haber misericordia.
II. La obediencia dispuesta
«Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová» (Jonás 3:3). Qué tarea tiene ante sí; un viaje de más de 800 millas [unos 1.200 kilómetros], y luego predicar en las calles de la ciudad más poderosa, más dada a placeres y más culpable. Pero su viaje de cuarenta días es mucho más fácil que sus tres días de huida a Jope, porque su corazón ahora está con Dios. Es más fácil hacer grandes cosas por Dios que pequeñas cosas para el diablo. Era más fácil para Daniel ir a la guarida de los leones que negar a su Dios. Era más fácil para nuestros fieles mártires escoceses ir al fuego que negar la fe. Pero, ¿dónde aprendió Jonás esa obediencia? Lo aprendió donde la mayoría de nosotros hemos tenido que aprenderlo–en las profundidades, cuando las aguas lo rodeaban, cuando las brisas y las olas pasaron sobre él, y las hierbas estaban envueltas sobre su cabeza. No siempre nos compadeceríamos de los afligidos si entendiéramos el propósito de Dios. Que Dios exponga a muchos más al vientre del infierno, si es que los llevará al arrepentimiento. Cuando Dios, con la mano de la muerte, arrebató a tu hijo de ojos brillantes de tu hogar, ¿se entendió que él buscaba traerte a la fe que salva?
III. La proclamación sorprendente
«Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida» (Jonás 3:4). Un mensaje extraño de un hombre extraño. Jonás, cansado y con los pies lleno de llagas, entra en la gran y poderosa ciudad, probablemente vestido con un abrigo de pelo de camello, ceñido con una faja de cuero. Seguramente pareció muy pequeño e insignificante en presencia de esos nobles altivos, vestidos con sus ropas llamativas, y con esas carretas veloces, corriendo en la parte superior de la pared–pero tiene una dignidad superior al rey de Asiria. Tiene un mensaje de Dios que pondrá de rodillas a los culpables y engreídos ninivitas. Los hombres más poderosos del mundo son aquellos que conocen la voluntad de Dios, y son valientes como leones al declararlo. A veces los sermones se caracterizan por ser tan indigentes de gracia como los de Jonás. «De aquí a cuarenta días Nínive será destruida». El mensaje de Jonás fue uno de misericordia y juicio. Sin embargo, cuarenta días—cuarenta días de gracia que deben seguirse con juicio si estos días fueron descuidados. La gracia ha reinado ahora estos 2.000 años aproximadamente, y seguramente será seguida con juicio en el caso de aquellos que desprecian la misericordia ofrecida.
IV. El signo de confirmación
Del Señor Jesucristo mismo aprendemos que Jonás era una señal para los ninivitas (Lucas 11:30). ¿Cómo podría ser una señal; a ellos si no conocían su carácter y su historia? Esto es realmente significativo. Los ninivitas no sólo escucharon el mensaje divino de sus labios, sino que vieron en él mismo una prueba del poderoso poder salvador de Dios. Jonás no hizo ningún milagro, pero él mismo fue un milagro. Era como uno resucitado de entre los muertos. Hay tres cosas que la sutil impiedad de hoy en día trata de negar: La encarnación, la regeneración y la inspiración. Pero cada alma regenerada es en sí misma un signo, y una evidencia de lo divino y lo sobrenatural. Lo que somos dirá con más fuerza que lo que decimos. Se necesitan señales. Hombres y mujeres que han sido salvados y enseñados por Dios. ¿No hay tal signo a tu lado o en tu propia casa? Ver a un verdadero cristiano es ver una señal del cielo.
V. El gran resultado
«Porque a la predicación de Jonás se arrepintieron» (Lucas 11:32). Si hubiera ido con el Evangelio de la «crítica superior» y se hubiera juntado con la nobleza, podría haber ascendido a capellán del rey, pero Nínive nunca se habría arrepentido. «Por sus frutos los conoceréis» (Mateo 7:16). La predicación que no trae a los pecadores cara a cara con sus pecados y con Dios nunca producirá arrepentimiento. No había durmientes bajo la predicación de Jonás. Hay decenas que van a nuestras iglesias para ningún otro propósito que ver y ser vistos, y para tomar una siesta. Es interesante observar el proceso de su arrepentimiento:
A. Creyeron a Dios. No se dice que creyeran en Jonás, sino que creyeran en Dios. Este debe ser el objetivo y el fin de toda predicación, elevar el corazón del pueblo hasta el Señor mismo. ¿De qué te servirá aunque creas en la iglesia y en el ministro, si no tienes fe en Dios? Prefiero morir como un pagano que un miembro de la iglesia no convertido. Luego se humillaron a sí mismos, y se pusieron «de cilicio» (Jonás 3:8). Esto es siempre el resultado de creer en Dios; la fe se acompaña con el cilicio de la confesión. Cilicio nunca está muy de moda, las pieles exóticas están más de moda. No hay nada como una profunda convicción del pecado para despojar a uno de su llamativo ropaje de orgullo. ¡Oh, varón, si te vieras a ti mismo a la luz del juicio de Dios, te pondrías tan rápido como los ninivitas en el saco de un espíritu quebrantado. Un pecador altivo es el espíritu diabólico del infierno. Nunca digas que crees en Dios si nunca has estado en tu rostro ante él.
B. Clamaron a Dios. Fueron instruidos, «Clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos» (Jonás 3:8). No hay caso en decirle a un alma despertada que Dios se ha restringido tanto a leyes fijas que no puede responder a la oración. Es tan natural que lloren como el caso de un bebé recién nacido. Sólo aquellos encerrados en su propia presunción pueden hablar tan ligeramente de la oración. Ningún libro de oraciones será suficiente cuando el alma está consciente de su verdadera necesidad. Tales son como ropaje de tumba de los hombres muertos. Pero hicieron más que orar, «se convirtieron de su mal camino» (Jonás 3:10). Ninguna oración es sincera mientras el pecado sea consentido. Si estamos preparados para abandonar nuestros pecados, entonces todas nuestras oraciones son una burla. «Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado» (Sal. 66:18). Un hombre me dijo una vez que siempre rezaba, excepto cuando estaba borracho. Pobre hombre, estaba afligido por dos demonios. Un de la bebida y el otro de justicia propi. Ambos son igualmente inmundos. La oración de los ninivitas fue sincera.
C. Hallaron misericordia. «Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo» (Jonás 3:10). ¡Qué! ¿Se arrepiente Dios? Sí, estoy agradecido de que lo haga. En su carácter santo, justo y bueno, es inmutable, sin «mudanza, ni sombra de variación» (San. 1:17), pero en misericordia vuelve su rostro a todo pecador penitente que le busca. «Acercaos a Dios», dice Santiago, «y él se acercará a vosotros» (San. 4:8). «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» (Mateo 7:7).
Jonás disgustado
Jonás 4:1-6
Hay una gran diferencia entre la mera obediencia y la simpatía. Cada padre lo ve cuando un niño tiene que ser impulsado a obedecer, y cuando el otro se deleita en hacerlo en plena simpatía con los planes y propósitos de los padres. El hermano mayor de la parábola (Lucas 15) había sido obediente, pero no tuvo simpatía con el padre al observar cómo recibió a su hijo pródigo cuando regresó. Hay muchos cristianos como este–obedecen por necesidad–pero no tienen gozo en la voluntad y los propósitos de Dios. Tal parece haber sido el personaje de Jonás. Obedeció de un poderoso sentido del deber, pero no había entrado gozosamente en toda la mente del Señor.
I. Su queja
«Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó» (Jonás 4:1). O, como se podría parafrasear, estaba muy molesto, enormemente confundido y alborotado. Vio ahora lo que tal vez no esperaba ver—Nínive en silicio y oración. Los asirios, siendo los enemigos de Israel, probablemente se regocijaban en secreto ante la perspectiva de su caída. Es tan fácil mezclar nuestros propios motivos egoístas con los propósitos de Dios, y traer confusión a nuestras propias almas. Es aquí donde miles están naufragando; establecen sus propias opiniones y piensan que Dios está obligado a honor y ajustarse a sus planes. Tal vez Jonás estaba pensando en su propio honor como profeta cuando se emocionó tanto. Había estado clamando: «De aquí a cuarenta días Nínive será destruida» (Jonás 3:4). Ahora que Dios iba a perdonar la ciudad, ¿qué pensarían de él como profeta? No somos de mucha utilidad en el servicio del Señor hasta que estemos dispuestos a llegar a ser necios por la causa de Cristo. Es nuestro deber obedecer y confiar. Las opiniones formadas aparte de la luz de la Palabra de Dios tarde o temprano traerán el rubor de la confusión a su rostro.
II Su oración
«Y oró a Jehová» (Jonás 4:2). Si el corazón de Jonás se hubiera llenado de ira contra el Señor, ¿cómo podría orar? Nadie puede orar con ira en su corazón. Este es el remedio para todas las pasiones profanas–ponte de rodillas. Es maravilloso cómo nuestra fe se corrige en nuestras oraciones. Abre tu corazón a Dios, y tus cosas torcidas serán enderezadas. En la oración de Jonás hay una revelación. Aquí tenemos la razón por la que huyó de Dios al principio. Dice: «Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.» (Jonás 4:2). Esta es la razón misma por la que algunos de nosotros hemos huido a él. ¿Qué quiere decir? Tal vez esto, parafraseado: «Sabía que tú eres un Dios tan misericordioso, que aunque profeticé su destrucción, los perdonarías, así mi predicación sería en vano, y me burlarían por mi esfuerzo». Había mucho de bien y mal en Jonás, pero algo más se puede aprenderse de esto.
III. Su testimonio
Su descripción del carácter de Dios es simplemente grandioso. «tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia» (Jonás 4:2). ¿Cómo podría estar enojado con tal Dios? Él es bondadoso al considerar la necesidad del pecador, y misericordioso en perdonar sus iniquidades. Amigo mío, ¿puedes decir, como Jonás, «lo conozco». Es lento para enojarse. ¡Qué piedad! Vivimos en una era de prisa, emoción y urgencia. El diablo sabe que le queda pocos días, y está conduciendo este mundo, el cual «está bajo el maligno» (1 Jn. 5:19), a gran velocidad. El diablo siempre tiene prisa. Se dice que «las ruedas de Dios muelen lentamente, pero molen muy pequeñas». Dios tarda en airarse, pero está presto a perdonar. Esta es la razón por la que algunos de ustedes tienen oportunidad hasta el día de hoy, después de perder su tiempo en el egoísmo y el pecado. Dios tarda en enojarse (Jonás 4:2). ¿Por qué despreciar una bondad tan grande y probar la paciencia de Dios? Recuerda, que aunque Dios tarda en enojarse, cuando llega repentinamente, será el juicio del Todopoderoso.
IV. Su petición necia
«Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida» (Jonás 4:3). ¿Es cierto? ¿Cómo lo sabes? Aquí otra vez hay otra manifestación de egoísmo. «Mejor para mí». Oh, sí, es la vieja historia: «Yo primero». Esta es la mosca muerta en la mezcla del perfumista (Ecc. 10:1) de gran parte de nuestro servicio cristiano–la búsqueda de intereses propios. Pero hay algo de fe mezclado con sus defectos. Si supiera que sería mejor para él morir, entonces tuvo una buena esperanza para el mundo venidero. ¿Será mejor para ti? Pablo dijo: «estar con Cristo, … es muchísimo mejor» (Filp. 1:23). Se necesita fe para morir en regocijo, solo en medio de los paganos.
V. Su vigilancia
«Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a la sombra, hasta ver qué acontecería en la ciudad» (Jonás 4:5). Podría haber disfrutado la hospitalidad del rey, pero prefirió una enramada fuera de la ciudad. Moisés escogió más bien «escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado» (Heb. 11:25). Aquellos que testifican contra el mundo no deben vivir como los del mundo. «Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor» (2 Cor. 6:17). El mandato a Lot fue, «Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas» (Gen. 19:17). Jonás se sentó debajo de su enramada hasta que pudo ver lo que sería de la ciudad. ¿Sabes algo sobre esperar tranquilamente a ver lo que Dios hará? Es un momento solemne. Es como el médico que ha perdido la esperanza de salvar la vida a un niño, la madre lo ha dejado en las manos de Dios, y está esperando en silencio para ver lo que Dios hará. Hay momentos en la obra cristiana en los que no sabemos qué hacer; tenemos que sentarnos como Jonás hasta que podamos ver lo que el Señor hará. Vale la pena esperar en Dios. Queridos amigos, ten paciencia con Dios. «Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán» (Isaías 40:31).
VI. Su gran alegría
«Y preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que hiciese sombra sobre su cabeza, y le librase de su malestar; y Jonás se alegró grandemente por la calabacera» (Jonás 4:6). ¡Cuán rápido Dios puede convertir nuestra tristeza en alegría! Esta calabaza se supone que es el ricino, una planta como la hedera corriente, con hojas anchas la forma de la mano de un hombre. Cada hoja podría recordarle la mano del Todopoderoso. ¡Qué refugio–cubierto con las manos de Jehová–no es de extrañar que se alegró. Esta calabaza de refugio era el don de Dios, un puñado a propósito para un peregrino cansado y deprimido. ¿Cuántas veces ha levantado Dios una calabaza para nosotros en nuestro día de problemas? Se dio para un doble propósito. (1) Ser una sombra sobre su cabeza. (2) Para librarlo de su dolor. ¿No es esto lo que necesitas: refugio del peligro y liberación del dolor interior? Esta calabaza levantada por el Señor parece ser una sombra pasajera de la cruz. Aquí los pecadores encuentran un refugio de los rayos penetrantes de la venganza divina y la liberación de sus pecados y penas. Todos necesitamos de esta doble salvación. Cristiano, en el día de la prueba, siéntese bajo su sombra, y espere y vea lo que Dios hará. Inconverso, aquí hay un lugar de descanso para ti, aquí está la liberación de tu aflicción. No importa cuán profunda sea tu necesidad, siéntate aquí y mira lo que Dios hará por ti. «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga» (Mateo 11:28-30). Él es poderoso para salvar.
Jonás silenciado
Jonás 4:7-11
Cada cosa visible está estampada de incertidumbre. Todas nuestras comodidades terrenales, tarde o temprano, se marchitarán y morirán. El rostro de la naturaleza misma, aunque gobernada por la ley infalible, está cambiando continuamente. Los reinos y las naciones cambian. Qué cambios han tenido lugar en nuestros hogares y entre nuestros amigos. Cuántos rostros del pasado han desvanecido, cuántos rostros nuevos han llegado. Cuando todas las cosas terrenales envejecen y pasan como una prenda, el Salvador inmutable aún permanece. «Bienaventurados todos los que en él confían (Sal. 2:12). «Tenemos aquí:
1. Un placer de corta duración
«Pero al venir el alba del día siguiente, Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó» (Jonás 4:7). Dios puede preparar el gusano, así como la calabacera. Mientras disfrutamos de nuestra calabaza de placer, somos propensos a olvidar que puede haber un gusano en la raíz. ¿Cuántas pequeñas cosas invisibles pueden estar trabajando en la noche. Reciba sus misericordias con humildes corazones agradecidos. ¿No hay muchos cuya calabaza se ha marchitado de repente? Ese niño que solía ser el deleite de tu ojo — Dios preparó el gusano de la enfermedad, y se ha marchitado. Ese marido que solía echar sobre ti sus manos protectoras se ha marchitado de repente. Esa madre que solía ser tu calabaza, al libarte de tu dolor, ha sido quitada por el gusano de la muerte. Oh, este mundo está esparcido por todas partes con calabazas secas. Cada ruina nos dice: «No pongas tu corazón en las cosas que se ven, porque son temporales». Cada cosa terrenal tiene su gusano. El gusano del tiempo ya está trabajando en la raíz de sus placeres mundanos actuales. Esa calabaza de falsa profesión resultará en una masa sin vida el día de la feroz ira de Dios. Dios ha preparado un gusano que traerá a la ruina todo refugio de mentiras. Qué horrible descubrimiento despertar en la mañana de la resurrección, encontrar nuestras esperanzas, como el cuerpo de Herodes, comido de gusanos. El Cristo incorruptible ha pagado un precio incorruptible por tu alma incorruptible. El corazón que se ha apoderado de Cristo ha recibido una porción que nunca puede desvanecer.
II. Una prueba de superación
«Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano, y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba…» (Jonás 4:8). Ay, para ti, si tus alegrías dependen de tus circunstancias, en lugar de en tu Dios. Es tan fácil y natural estar más ansioso por el regalo que el dador. Parece extraño a primera vista, cómo Dios lidió con Jonás. Preparó una calabaza para cubrirlo, luego un gusano para afligirlo, luego un viento para azotarlo. Puede que encontremos la culpa, pero no podemos resolverlo. El Divino Maestro no está obligado a explicarse a sus alumnos necios. Un gran y misericordioso propósito se encuentra aquí. Este penetrante viento del este sobre la cabeza indefensa de Jonás fue un juicio doloroso. Fue por un fuerte viento del este que el Señor dividió al Mar Rojo. Los vientos cortantes, hirientes y penetrantes de la aflicción son todos para algún propósito de gracia. Una vez le hice la observación a un agricultor de que estos vientos fríos obstaculizarían el crecimiento de las plantas. «Sí», dijo, «obstaculizan el crecimiento hacia arriba, pero ayudan al crecimiento hacia abajo; hacen que las raíces tomen una retención más firme». Jonás se desmayó. Pobre hombre, era como la semilla que no tenía profundidad de tierra, y se secó cuando el sol abrasador cayó sobre ella. David dijo, «Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes» (Sal. 27:13). Si no tenemos fe en Dios, no tenemos nada que nos salve de desmayarnos en el tiempo de la prueba. Para ustedes que se están desmayando pensando que no hay salvación, «sólo crean». Obreros cansados, recuerden que «Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas» (Isa. 40:29).
III. Una pregunta penetrante
Dios le dijo a Jonás: «¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte» (Jonás 4:9). La respuesta de Jonás fue la de un hombre que es perfectamente honesto, pero cuyo corazón buscaba engañarle. «Mucho me enojo, hasta la muerte». La gran lección aparentemente que Dios deseaba enseñar a Jonás era que «el pecado obra la muerte», tanto en la nación como en el individuo. Israel se había alejado de Dios. La idolatría, como el gusano de la calabaza de Jonás, estaba comiendo la vida fuera de la nación. «La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones» (Prov. 14:34). Ahora que Nínive estaba de rodillas buscando misericordia y justicia, Dios la levantaría. El mismo principio reina hoy en día; la palabra divina es, «yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco» (1 Sam. 2:30). Dios mira al corazón. Jonás estaba más preocupado por la calabaza de su propio consuelo que por la salvación de la ciudad pagana. Esos son ciertos signos de una fe tambaleante. La fe en Dios es el golpe mortal a todo este interés propio miserable.
IV. Un argumento silenciador
«Y dijo Jehová: Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció. ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?» (Jonás 4:10-11). Qué maravilla, que Dios se incline a razonar con un hombre. Hay mucho en los tratos de Dios con nosotros que nunca podemos entender, y debe ser recibido por fe. Dios utiliza dos poderosos argumentos para silenciar las dudas y temores de su siervo.
A. El argumento de la soberanía. Dios tiene derecho a hacer lo que él desee con los suyos. El hombre orgulloso incluso cuestiona este derecho y demuestra descontento por los tratos de Dios, porque no puede comprender su significado. Es horrible suponer que los propósitos de Dios deben estar subordinados a los razonamientos de los hombres. El argumento de Pablo es concluyente. «Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?» (Rom. 9:20).
B. El argumento de la pena. El Señor le recuerda a Jonás que hay sesenta mil personas en Nínive que no pueden discernir entre la mano derecha y la izquierda–sesenta mil bebés. ¡Qué lugar tienen los niños en el corazón de Dios; qué reclamo que su absoluta impotencia tiene sobre la misericordia divina. Nínive se salvó, en parte por la intercesión muda de estos 60.000 niños…
Estos argumentos parecen haber silenciado a Jonás, porque ya no escuchamos su voz. Él en silencio permite que Dios tenga la última palabra. ¿Ha resuelto Dios todas tus dificultades y silenciado todos tus argumentos? No mantengas una controversia con el Todopoderoso. Ceda tu voluntad a él, y lo que no puedes comprender con el intelecto, cree con el corazón. Hay un cuento en la historia antigua de un monarca que, cuando algunos de sus súbditos se rebelaron contra él, los subyugó, luego los cargó con regalos preciosos. Uno de sus nobles le preguntó por qué era tan amable con sus enemigos. Dijo: «Los subyugué con mi poder, ahora debo ganarlos por mi amor». Es así que Jesucristo, el más grande que Jonás, nos ganaría para sí mismo. Por el poder de su Espíritu de convicción nos mostrará la oscuridad de nuestros corazones malignos, para que nos lleve al arrepentimiento y a la confesión. Entonces nos concede lujosamente los grandes dones de su gracia, amor, paz, gozo, descanso y vida eterna. Bendice a todos que conquista. ¿Te ha conquistado?
fascinante bosquejo me gusto mucho soy fanatico de este libro he leido otras puntos de vistas pero el suyo me gusto bendiciones
Excelentes bosquejos. Muy claros y reveladores. Jonás en su tumba me conmovió!. Un saludo cordial!
Excelente bosquejo.Dios te bendiga esa sabiduria que te a dado.que mensaje tan claro.sencillo pero a la vez profundo.