En el libro de Apocalipsis (1:3) está la promesa de bendición para aquel que lee. Tal vez la promesa es más bien para los que leen el libro de Apocalipsis, pero hay un sin número de buenos resultados de la lectura. El no saber leer es un gran impedimento. Es por eso que uno de los primeros y más grandes esfuerzos en los colegios es enseñar a los niños a leer. Lo demás de su educación depende en gran parte en su habilidad de leer.
Cuesta entender aquel que dice, «A mí no me gusta leer». Sería casi igual a decir «A mí no me importa saber más de nada». Tal vez sería un poco más fácil entender a aquel que dice, «A mí no me gusta estudiar». Esto si requiere un poco más de esfuerzo mental. Exige que la mente busque información y la ponga en su debido orden.
Para el niño o aquel que está aprendiendo a leer, hace falta más esfuerzo. Su lectura va lenta si tiene que tantear muchas palabras. También es esforzado si tiene un vocabulario limitado y tiene que buscar muchas palabras en el diccionario. Para é1, hace falta la práctica. Así la lectura es cada vez más fácil y agradable.
Yo no sé cual es su impedimento, pero quiero animarle a hacer todo lo posible para superarlo. Sin leer va a quedarse estancado en un bajo nivel de conocimiento. Hay un dicho que declara: «Conocimiento es poder». Yo sé que hay muchos que dicen, «Tengo estudios pero igual no encuentro trabajo». Puede ser, pero los demás van a reconocer que tiene más conocimiento y van a respetarle más y poner más confianza en usted.
Durante los largos años de la «Edad Media» no importaba tanto el conocimiento de la gente. Todo lo que importaba era saber sembrar semillas, cultivar la tierra, edificar y mantener un pobre rancho para refugiarse del frío y la lluvia. Después vino el «siglo de las luces». Juan Gutenberg (1400-1468) inventó la imprenta y el mundo se llenó más y más de libros. Todo el mundo quiso aprender a leer. Ojala que Dios tenga misericordia de nosotros y que nunca retrocedamos a vivir como la gente de la Edad Media. El que no sabe leer o aquel que sabe, pero no lee, vive como la gente en la Edad Media. En el mundo moderno es imprescindible que leamos. Hay tanto que aprender. Gracias a Dios, el conocimiento es muy accesible para aquel que está dispuesto a leer.
Para el creyente hay varias clases de lectura. Hay ficción, biografías, autobiografías y hay textos para aumentar su conocimiento bíblico. Las de menos provecho son la ficción. Tal vez van a ayudarle en adquirir más facilidad en la lectura y también en aumentar su vocabulario, pero no van a ayudar mucho en aumentar su conocimiento. Por leer biografías, autobiografías y libros de historia se puede aprender como otros reaccionaron a las angustias de la vida.
En la oración del apóstol Pablo por los creyentes en Colosas él hizo mención dos veces de su anhelo de que ellos crezcan en conocimiento. (Colosenses 1:9-10) Para nosotros, es mucho más fácil aumentar el conocimiento de lo que era para los primeros creyentes. Podemos tener cada uno nuestra propia Biblia que debemos leer cada día. Para el creyente, la educación más imprescindible es el conocimiento bíblico. Para facilitar esto hay estudios bíblicos y cursos de enseñanza.
Uno de los impedimentos a la lectura es el tiempo malgastado mirando la televisión. Los canales de televisión tienen la capacidad de facilitar mucho la educación de la gente. Desgraciadamente una gran parte de lo que ofrecen contribuye muy poco a la educación y mucho a la corrupción de la mente. Hace falta la disciplina de apagar el televisor y agarrar un buen libro y ponerse a leer. Si no tiene la autoridad de apagarlo, igual puede tomar un buen libro y buscar un lugar tranquilo para leer.
No se quede estancado por ser negligente en leer. Hay libros a su alcance. No le hace falta nada más que voluntad y disciplina para leerlos.