Es una realidad, basta pensar en las personas que han sido miembros de la Iglesia en los últimos dos años y en la gente que nos ha visitado en la misma, e inclusive, hecho profesión de fe, para darnos cuenta que son más los que se han ido para no volver, que aquellos que siguen asistiendo con fidelidad. Y son aun menos los que se están involucrando en la obra del ministerio.
¿Cuál es el problema? ¿Adónde se va la gente? ¿Por qué no siguen firmes en su fe creciendo día tras día?
Es verdad que cada caso es distinto y en consecuencia, las razones del alejamiento de cada persona pueden ser muy diversas, sin embargo, al analizarlas podremos ver que hay una que puede tomar el primer lugar entre todas las causas por las que la gente no vuelve a la Iglesia y esta es, la falta de consolidación en la fe de los nuevos creyentes, dicho de otra forma, la ausencia de un discipulado práctico con el que puedan crecer lo suficiente como para enfrentar las críticas y diversas dificultades que vendrán pronto a la vida del recién nacido hijo de Dios (Juan 16:33).
Son muy pocos los creyentes que están activos en tan importante tarea, y peor aún, son pocos los pastores que desafían y capacitan a los miembros de su Iglesia para realizar tal labor. ¿Cuál es el problema?
La Iglesia busca captar más gente compitiendo con el mundo en el área del entretenimiento.
¡Abramos los ojos! Esa NO es la misión de la Iglesia, jamás seremos capaces de vencer al mundo compitiendo con él en esta área. El mundo es sumamente atractivo, codiciable para muchos, Satanás ha realizado una obra maestra al presentarlo como algo que es bueno, razonable y aun benéfico para el ser humano, ¡pero es mentira! Sólo es la carnada para atraernos hacia él y ser atrapados bajo su sistema haciéndonos perder de vista el objetivo que Dios ha establecido para sus hijos.
Cuando la Iglesia se lanza a competir con el mundo en esta área, se olvida de sus principios e inicia por buscar métodos novedosos que atraigan a las masas y de una manera sutil, el mensaje del evangelio comienza a diluirse y las actividades sociales toman más fuerza y desplazan la predicación de la Palabra de Dios. Esta transición se puede palpar en una Iglesia cuando en esta se comienza a limitar la predicación restringiéndola en el tiempo, y no sólo eso, sino que los miembros de dicha iglesia suelen manifestar su desagrado cuando se les predica “más de lo permitido”. Es característico de dichas congregaciones el que acudan en gran número a un día de campo, pero si se trata de un servicio de carácter evangelístico, brillan por su ausencia. Hermanos y pastores, esta es una de las formas en las que el diablo quiere distraernos para enfocar nuestros esfuerzos en cosas que no contribuyen en lo absoluto con lograr la misión por la cual aún estamos en el mundo. Recordemos que la Iglesia no está capacitada para competir con el mundo en el área del entretenimiento, el mundo siempre ganará en ese renglón. ¡La Iglesia está capacitada y envestida con poder de lo alto para predicar la Palabra de Dios!
¿Cómo vencer tal situación?
Aunque pueda sonar difícil, o poco práctico, o poco didáctico, la solución a este problema se encuentra en dos esferas:
1. Los pastores.
Quienes han de predicar con valor TODO EL CONSEJO DE DIOS, como lo dijo el apóstol Pablo a los ancianos en el libro de los Hechos capítulo 20. No será fácil porque la gente, inclusive un número considerable de creyentes en la actualidad, no recibirán con agrado semejante predicación. Así somos, nos gustan las promesas del Señor y nos aferramos con todas nuestras fuerzas a ellas; pero si se comienza a predicar sobre la consagración, la necesidad de sacrificarnos por la causa de Cristo, muchos responderán como los atenienses “Ya te oiremos acerca de esto otra vez”. Al ver esto, hermanos consiervos, no desmayen y recuerden lo dicho por Pablo a Timoteo: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”. 2 Timoteo 4:1-5
Quienes también han de capacitar a los creyentes para realizar la obra de consolidación espiritual. Uno de lo más grandes retos que debemos enfrentar, es el de multiplicarnos en el liderazgo espiritual, y no me refiero a que existan más pastores en una sola congregación, sino que los pastores dediquen más esfuerzos en la preparación de los laicos para que realicen “la obra del ministerio” (Efesios 4:11-12). Si no nos dedicamos a multiplicarnos en esta área, tarde o temprano la Iglesia quedará a merced de malos obreros que acabarán con la obra. ¡Hagamos de nuestros ministerios algo sumamente fructífero al apoyarnos de hombres y mujeres consagrados al Señor que están dispuestos a ser capacitados para servir a nuestro Dios!
2. Los miembros de las iglesias.
Quienes han de aceptar el reto de ser partícipes y no solo espectadores en la obra del Señor. Sí mi hermano, ya es hora que asumamos un compromiso real no solo con la salvación, sino también con la edificación de los nuevos creyentes. Esta labor no la puede hacer un solo hombre, se requieren de tantos como sea posible y lo ideal sería que TODOS quienes son miembros de la Iglesia, estuvieran participando activamente en el crecimiento espiritual de otros. Sé que requiere tiempo y esfuerzo, y que tal vez estés pensando en que no lo puedes hacer, pero recuerda, nuestro Señor Jesucristo se dio el tiempo y se sacrificó por nosotros para llevarnos a la gloria con Él, ¡merece nuestro esfuerzo y sacrificio por aquellos a quienes ama también y por quienes también murió! Hermanos, queremos que los nuevos creyentes se queden en nuestras iglesias y sigan creciendo en el Señor, pero eso no va a ocurrir si solo lo deseamos, tenemos que esforzarnos mucho más al predicar y capacitar a otros para hacer juntos la obra del ministerio. Pastores, mantengamos candente nuestra predicación preparándonos espiritualmente, haciendo un buen uso de la Palabra de Verdad. Miembros de las diferentes iglesias que están leyendo estas líneas, acepten el reto de servir a nuestro Señor y Dios consolidando en la fe a otros, cueste lo que cueste. Solo así la iglesia seguirá creciendo y alcanzando a muchos más con el evangelio de la gracia de Cristo, por favor, ¡pensemos en esto!
Tribuna Bautista Bíblica