Este artículo fue sugerido por una conversación que oí entre dos hombres en viaje de ferrocarril, en la que discutían sobre la posibilidad de ser engañados acerca de la resurrección de Jesús.
Como uno que ha pasado mucho tiempo en el estudio de la ley, quiero que miremos este asunto desde el punto de vista de un ciudadano romano y de la manera que un abogado presentaría el caso.
En primer lugar, contesto a la sugestión con un enfático no, que el cuerpo de Jesús no fue hurtado, y por tres razones:
1. No era tiempo propicio para hurtar el cuerpo. Tres fiestas judaica coincidieron. A cada una de ellas, la fiesta de la pascua, la fiesta de las primicias y la fiesta de la luna llena, la asistencia de los judíos era obligatoria. Por lo tanto, las calles de Jerusalén se hallaban congestionadas de judíos despiertos en el preciso momento que el cuerpo de Jesús hubiera sido hurtado. No se olvide que sus enemigos habían oído decir que sería resucitado, pues habían dicho a Pilato: «Este impostor dijo que al tercer día resucitaría. Manda, pues, que el sepulcro sea asegurado hasta el tercer día». De manera que hubiera sido imposible engañarles porque estaban particularmente vigilantes ese día. Digo, pues, que no era tiempo propicio para hurtar el cuerpo.
2. Había cinco penas relacionadas con el hurto de ese cuerpo, y ni una siquiera fue impuesta ni ejecutada.
Primero: permitir que se rompiera el sello, que fue puesto de manera que una parte estaba sobre el sepulcro y la otra sobre la piedra redonda, la puerta del sepulcro. El sello era el busto de Julio César, de tal modo compuesto que si fuese roto el sello la cabeza quedara cortada del cuerpo. Nótese bien, el gobierno romano dijo que la muerte era la pena de romper ese sello. Si fuese roto bajo cualquier circunstancia significaba la muerte, según la ley, del hombre que lo rompiese. Tú sabes acaso que es la pena de romper el sello de una encomienda en este país, no tan dura como bajo la ley romana. Roma decía: La muerte. Pero me dirán que la ley romana no importaba mucho. No pretendo saber todo al respecto, pero algo sé, porque he hecho un estudio detenido de ella durante algún tiempo, y sé que si había una cosa por qué abogaba Roma más que por todo lo demás, esa cosa era la ley. Y si la ley romana decía que la pena era la muerte, el hombre moría. Cada nación representa alguna idea nacional particular. Verbigracia, Inglaterra representaba la riqueza; la Francia, el poder; América, la libertad; Grecia, la perfección; pero Roma primero, último y siempre, la ley. Segundo: La pena de romper el sello; tercero, de hurtar el cuerpo; cuarto, de permitir que se le robase; quinto, de dormir de guardia. ¿Se ejecutaron estas penas? No. ¿Hubo transgresión de la ley? Sí, transgresión en cinco distintos casos. Sin embargo, ninguna pena. ¿Por qué razón? Os diré. Es así: A 64 soldados romanos se les mandó guardar el sepulcro. La ley les dijo: «Os toca el deber de guardar el cuerpo, de no permitir que sea llevado, de no dormir estando de guardia». ¿Pero qué pasó? El sepulcro quedó vacío. Los soldados inmediatamente corrieron a dar cuenta al sanedrín, de que un ángel había bajado, los había expulsado y había roto el sello. Luego que el sanedrín supo esto dijeron: «Bueno, si es verdad que el ángel de veras os corrió, que de veras él rompió el sello, ¿no veis que vosotros tenéis que morir? El sello está roto, el cuerpo no está, por lo tanto la muerte es vuestra pena. Pero escuchad. Si decís que os dormisteis estando de guardia, y que mientras dormíais los discípulos vinieron y llevaron el cuerpo, os aseguraremos». «Pero, dijeron los soldados, la pena de dormir la guardia es la muerte; con todo moriremos». «Pero, dijo el concilio, si decís eso no tendréis que morir, pero si no lo queréis decir entonces la muerte es irremisible». Sólo era cuestión de mentir o morir. ¡Que 64 fuertes soldados romanos dijesen 64 mentiras para salvarse la vida! Si ésa no es la verdad del caso, desafío a todo hombre en la tierra que me la diga.
3. Refutó esta alegación otra vez sobre la base de testimonio premeditado y testimonio no premeditado. Acompañadme a ese tribunal, y ved a los abogados en su interrogatorio del testigo. A una le contesta a sus preguntas sin irresolución alguna. A otro en el careo le contesta distintamente. En el primer caso fue testimonio no premeditado, en el segundo premeditado. Pues cuando el juez dé orden a los jurados ¿les mandará aceptar el testimonio no premeditado o el premeditado? Todo el mundo entiende que el valor del testimonio no premeditado es mucho mayor. No bien llegó el ángel los soldados huyeron. Corrieron a los escribas y fariseos y les contaron lo que había pasado. Este fue su testimonio no premeditado. El sanedrín dijo, «Si decís eso moriréis. Decid que sus discípulos lo robaron mientras dormíais y persuadiremos al gobernador y os aseguraremos». Para salvarse la vida cambiaron su relato y dieron su testimonio premeditado. Pues por tres razones afirmo que el cuerpo de Cristo no fue robado.
Tanto del punto de vista de abogado y de la ley romana. Ahora notemos cinco cosas que uno tiene que creer para poder creer que el cuerpo de Cristo fue hurtado. Los tales nada afirman, pero lo niegan todo. No son constructivos, sino destructivos. Tienen que creer todo lo negativo que este caso implica.
1. Tienen que creer que 64 soldados romanos, bajo pena de muerte, se durmieron a una. No se puede hacer creer eso a nadie fuera del manicomio. Dado que 20 de ellos durmiesen ¿dejarían acaso los 44 que siguiesen dormidos no más? Dado que 63 durmiesen, aquel otro, quien ama a éstos como a sí mismo, que entiende que si llegase un centinela hallándolos dormidos, estos hombres morirían, ¿permitiría que siguiesen durmiendo no más? No es posible creer que 64 soldados romanos bajo pena de muerte, de guardia por sólo seis horas quedasen todos dormidos a una vez.
2. Tienen que aceptar el testimonio de los que dormían. Supóngase que fuese robado mi reloj de mi pieza de noche y yo fuese ante el comisario a declarar que ciertos doce hombres me lo llevaron. Me preguntaría si yo los había visto y tendría que decir que no. Entonces ¿cómo sabe usted que se lo llevaron ellos? Porque lo querían y vinieron a llevárselo mientras yo dormía. ¿Cuál de los doce abrió la puerta? ¿Cuál agarró el reloj? ¿Y dónde está el reloj ahora? No sé, ¿no ve que yo estaba dormido? Pregúntese a aquellos soldados romanos: ¿Visteis a los discípulos cuando llevaron el cuerpo? ¿Cuál de ellos rompió el sello? Eso significa la pena de muerte. Veis que no podemos saber, pues estábamos dormidos. Si aquellos discípulos hubiesen roto el sello y llevado el cuerpo hubieran sufrido a causa de ello en esa ciudad sedienta de sangre. No hay tribunal en la tierra que aceptara el testimonio de esos «dormilones», sin embargo pretenden creerlo ateos así llamados.
3. Tienen que creer que los discípulos, tan amedrentados, de repente se hicieron en extremo valerosos; Pedro, más bravo que nadie, hurtó el cuerpo, pero había negado a Jesús tres veces cuando no había siquiera peligro alguno. Los demás discípulos lo habían desertado, Juan sólo quedándole fiel hasta el fin. Ahora, con todos esos soldados armados hasta los dientes, esperando que se acercasen, ¿qué es el resultado? El liberal pretende que efectivamente se hicieron de repente valerosos. Inconsecuente.
4. Tienen que creer que estos ladrones se tomaron el tiempo para doblar los lienzos sepulturales y ponerlos bien parejos a un lado. ¿Es así que hacen los ladrones? Pero tiene que creer el liberalismo que así hicieron los que robaron el cuerpo de Jesús.
5. Tienen que creer también que los discípulos arriesgarían su vida por un impostor muerto, cuando no lo harían por un Salvador vivo. En otras palabras tuvieron oportunidad para precipitarse y quitar a Jesús al tropel teniendo aún esperanza en él como Mesías, y no lo hicieron, pero no bien muerto Jesús peligraron la vida para posesionarse de su cuerpo, perdida seguramente esa esperanza. Los liberales nos harían creer que esos discípulos hubieran arriesgado más por un impostor muerto que por un Redentor vivo.
Los discípulos a ese tiempo no eran hombres que hubieran corrido riesgo alguno ante la guardia romana.
Uno se salvará con sólo someter todo el asunto a esta premisa: Si los discípulos robaron el cuerpo de Jesús ¿quién lo vivificó? Pues Jesús por cierto vivió después de eso. Tal vez no se me dé la razón, pero si tengo una religión yo debo ver razón en ella.
El general Lew Wallace dijo: «después de seis años de investigación imparcial del cristianismo para sesionarme de su veracidad o falsedad, quedé convencido de que Jesús no sólo es un Cristo sino también mi Salvador resucitado. Cuando esto quedó resuelto en mi mente escribí el libro Ben Hur». Esa clase de testimonio debe tener algún valor.
Hay muchos hechos históricos acompañados ni de la décima parte de testimonios con que se sostiene la resurrección de Jesucristo. Por ejemplo, el nacimiento de príncipes, la firma de tratados, las observaciones de ministros y los hechos de asesinos. Digo que estos cuentos recibidos bajo testimonio y aceptados por hechos no son atestados ni por una décima parte del número de testigos con que se establece la resurrección de Jesús. Por lo tanto, no tengo que presentar excusas por mis creencias.
Creo de todo corazón que Jesús el Cristo fue resucitado. Creo que después fue visto por 641 testigos. Creo que fue visto en once distintas ocasiones por hombres de diversas ocupaciones y en diversas circunstancias y lugares. Comió con ellos, caminó con ellos, habló con ellos. En manera alguna podían haberse engañado. Tal engaño sería sin paralelo en la historia, sin analogía en los anales de los hombres, porque lo habían conocido íntimamente antes de su crucifixión y muerte. Los enemigos de Cristo se hicieron miembros constituyentes de su iglesia en Jerusalén el día de Pentecostés. Explicadme ese hecho si negáis la resurrección.
El Expositor Bautista, 1921