Si le hubiéramos amado más …

Por Francisco E. Estrello, un revisor de la Reina-Valera 1960

Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Juan 21:16

Fue una clara mañana a la orilla del mar. El milagro de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo había llenado de nuevos esplendores el corazón de sus discípulos. Antes de ser «tomado arriba», el Señor estuvo manifestándose a los suyos. Y allí, a la orilla del mar, en una mañana luminosa, llamó aparte a Pedro y le hizo una pregunta que debió haber traspasado el corazón del apóstol: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» Y la pregunta fue repetida insistentemente tres veces; y en esa pregunta Cristo estaba buscando un testimonio de amor. Y la respuesta de Pedro fue ese testimonio que habría de sellar más tarde con su vida: «Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo».

Fue el célebre pintor Gustavo Doré, a quien el arte debe tanto y cuyos cuadros figuran en las más célebres galerías del mundo, quien pronunció una frase inquietante y reveladora al terminar de pintar su cuadro más famoso, aquel en que aparece la persona de Cristo.

Para sus amigos y para los extraños, el cuadro era la perfección misma, la consagración definitiva del artista, el clímax de su fama. Pero Gustavo Doré no pensaba como ellos. A pesar de haber transmitido al lienzo toda su habilidad artística, todo su genio de pintor, se dio cuenta de que solamente podría acercarse a la perfección, tratándose de Cristo, si le conociese y amase más; de modo que la respuesta que dio a sus amigos cuando ponderaban su famoso cuadro, fue la siguiente: «Podría haberlo pintado mejor, si lo hubiese amado más».

Esa reflexión de Doré debe hacernos pensar seriamente y con un sentido de profunda humildad, que si le hubiésemos amado más, que si nuestro amor por nuestro Señor Jesucristo hubiera sido más intenso y más grande, la influencia de la iglesia, de su iglesia, sería hoy mayor en el mundo. No desconocemos que la iglesia ha ejercido su influencia en todas partes, pero al mismo tiempo tenemos que aceptar que la iglesia no ha amado a Cristo como él merece ser amado, y que eso le ha restado influencia o no le ha permitido tener una influencia mayor.

Si le hubiésemos amado más, el espíritu del mundo no estaría entrando en la iglesia. La dolorosa realidad es que dicho espíritu está presente, que la vida de pureza de la iglesia no es todo lo pura que debiera ser.

Si le hubiésemos amado más, las rivalidades y las contenciones no encontrarían lugar en la iglesia. Lo cierto es que no se trata simplemente de discrepancia de ideas, sino que en muchos casos se trata de verdaderos resentimientos, de celos, de envidias, de enemistades, de todo eso que provoca amargura de espíritu y que produce divisiones peligrosas que minan la unidad de la iglesia.

Si le hubiésemos amado más, los intereses personales no tendrían el lugar de primacía en la iglesia. Cristo sería supremo en todo; los intereses del reino de Dios no se sacrificarían a ideas personales que nos son muy queridas, a intereses extraños que tienen que ver únicamente con nosotros y nada con Dios.

Si le hubiésemos amado más, tendríamos el corazón más lleno de amor hacia nuestros hermanos. La palabra hermano que usamos con tanta frecuencia dejaría de ser una fórmula diplomática o una palabra gastada por la costumbre, sería por el contrario, la expresión mejor de un corazón cristiano que se mantiene ardiendo en amor.

Si le hubiésemos amado más; nuestra vida interior sería un remanso de paz, la violencia de palabras y de actitudes sería desconocida entre nosotros y dejaríamos en todos aquellos que se acercarán a nosotros una sensación de bienestar.

Si le hubiésemos amado más, nuestra santidad no sería implacable, orgullosa, farisaica, sino humilde, misericordiosa, rendida a los pies del señor, penetrada de la santidad misma de Cristo. Porque en Cristo la santidad está penetrada de amor y el amor está penetrado de santidad. Hay en él equilibrio perfecto.

A propósito, creo en la santidad; pero en la santidad tal y como está expuesta en las Sagradas Escrituras. No creo en la santidad de ciertos santos ni en la interpretación que ciertos santos dan a la santidad. Si le hubiésemos amado más, repito, nuestra santidad sería a la manera de la Suya. Yo creo que el corazón de Dios no está tipificado en el hermano mayor del hijo pródigo que en este caso resulta ser el santo sin entrañas de misericordia, el santo sin amor; sino más bien en el padre que también figura en la parábola; el padre que sin duda alguna era un santo varón, pero cuya santidad estaba penetrada de un amor inmenso. Ciertos santos no pueden hacer fiesta cuando el pecador arrepentido vuelve al hogar del padre, pero en el cielo hay gozo por un pecador que se arrepiente; el cielo sí hace fiesta.

Si le hubiésemos amado más, nuestra fe sería más vigorosa, más atrevida, más segura, más inconquistable. Nuestra fe habría vencido al mundo.

Nuestras mezquindades se habrían transformado en actos de generosa nobleza; nuestras pequeñeces en actitudes de sublime grandeza, si le hubiésemos amado más.

El mejor cuadro de Cristo, el más bello, el más luminoso, el más lleno de armonía, el más atractivo, el de matices más delicados, el más fiel, el que reproduzca en toda su integridad los rasgos de Cristo, puede ser nuestra propia vida si somos capaces de amarle más

Vamos entonces a amarle más; vamos como dice un poeta, a rompernos y anonadarnos en evasión de armas a sus pies. Vamos a arrepentirnos de nuestra negligencia de amor y a volcar la vida eterna, nuestra vida, en holocausto de amor ante su altar. Vamos a atrevernos a amarle como él quiere ser amado, que nunca podremos amarle demasiado. Aceptemos, resueltamente, la invitación apasionada que otro poeta nos hace:

¿Por qué empeñarse en saber
Cuando es tan fácil amar?
Dios no te manda entender
No pretende que su mar
Sin playas puede caber
En tu mínimo pensar.

Dios sólo te pide amor;
Dale todo el tuyo, y más;
Siempre más, con más ardor,
Con más ímpetu… ¡Verás!…
Como amándole mejor,
Mejor le comprenderás!

«Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?

La Voz Bautista marzo-abril 1957, págs. 4-5

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