Por los pequeños mensajeros de Dios, me refiero a los folletos. Algunos los llaman tratados. Son pequeños hojas de papel con un mensaje de la salvación. Es una forma económica y eficaz de compartir las buenas nuevas de la salvación en Cristo Jesús. Ellos cumplen dos funciones.
En primer lugar, sirven para despertar al pecador de su necesidad de salvación. La gran mayoría en este mundo quiere pensar que Dios debe estar satisfecho con ellos tal cual como son. Ellos piensan que la salvación es a través de las buenas obras y ritos religiosos. Desde que ellos no han hecho nada muy mal, no tienen mucha razón por preocuparse por su relación para con Dios. Si ellos tienen razón, no hay razón por repartir folletos. La Biblia dice claramente que todos están destituidos de la gloria de Dios. «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos». (Romanos 3:23, 3:10-18
Tenemos que darnos cuenta de que estamos perdidos antes de poder ser salvos Si no estoy perdido, no me hace falta de la salvación. Es por eso que algunos no miran a los folletos con buena cara. A la verdad, tienen un mensaje desconcertante. No soy tan bueno como pensaba. Estoy condenado por Dios. «El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios». (Juan 3:18)
Junto con las malas nuevas que llevan los pequeños mensajeros hay también las buenas nuevas. Es el mensaje de perdón y una nueva vida por los que están dispuestos a arrepentirse y pedir el perdón de Dios. Cristo murió en la cruz y derramó su sangre para redimirnos de la condenación. «Quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. (Tito 2:14) «En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia». (Efesios 1:7) Cada vez que los creyentes celebran la cena del Señor es en memoria de la sangra que Cristo derramó. «Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?»
Así que, cada buen folleto debe llevar las malas noticias de que cada hombre es un pecador condenado por Dios. A su vez, debe incluir el glorioso mensaje de salvación en Cristo Jesús Antes de repartir folletos debemos revisarlos bien para estar al tanto con su contenido. Debe ser posible sentarnos con un pecador y mostrarle, con el folleto y la Biblia, que él está perdido y en gran necesidad de la salvación.
Han sacado millones de ejemplares de algunos folletos. Los han traducido a otros idiomas y han tenido una circulación mundial. Casi siempre son los que tienen una explicación simple y claro del plan de la salvación. Es posible imprimir folletos en papel barato. Es más económico pero no tienen un buen aspecto. Para mí, es mejor gastar un poco más e imprimirlos en papel de buena calidad y con un dibujo. Así, casi siempre son bien recibidos. El mensaje que queremos compartir a través de ellos merece lo mejor.
Algunos se desaniman en repartir folletos. A veces se escucha indirectos y burla por parte de la gente en la calle. A veces la gente tira el folleto en el suelo casi enseguida. Aun a veces los rompen en pedazos y los tira al aire. Así sea. A la vez hay muchos que son leídos. Hay los que llegan a ser salvos a través de folletos. Cada folleto leído hace al pecador pensar una vez más en el hecho de que él es un pecador perdido que necesita ser salvo. Lo más a menudo que escucha el mensaje lo más cerca está a aceptarlo.
¿Usted reparte folletos? Si no, ¿por qué no? Es una forma económica de sembrar las buenas nuevas. Es una forma personal de estar involucrado en la obra evangelística. Jesús, antes de ir a los cielos, nos dejó con el gran mandamiento. «Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén». (Mateo 28:18-20) El folleto es un pequeño mensajero que puede ayudarle en hacer su parte en cumplir con el gran mandamiento de Jesús.
Estamos agradecidos por los que sacrifican de su tiempo sellando folletos con la dirección de la iglesia. También estamos agradecidos por los que los reparten. Estoy seguro que hay más que deben estar repartiendo folletos. Se puede ir al centro de la ciudad y repartir 100-200 en una hora o menos. A veces hay largas filas en los bancos. Allá se puede repartir 100 folletos en cuestión de minutos. Lo de bueno es que muchos son leídos porque es un pasa tiempo para ellos mientras que esperan llegar al mostrador. Aprovechase de los pequeños mensajeros de Dios. Ellos tienen un mensaje que puede cambiar el destino eterno de la gente pero hace falta la ayuda de su mano.
Russell George
Sobre el mismo tema, escrito hace más de un siglo atrás:
Un programa de propaganda por medio de folletos
Eligio N. Granados
Uno de los medios eficaces para la difusión de las doctrinas evangélicas en nuestro país y seguramente también en otros, es la distribución de trataditos breves, de hojitas volantes que surgen por millares de nuestras prensas cristianas, que pueden ponerse fácilmente en las manos del transeúnte en las calles, en las plazas, en los caminos; que se pueden dejar sobre el escritorio del comerciante, del banquero, del letrado; que pueden escurrirse suavemente por la rendija de una puerta y llegar hasta el interior del hogar como un buen amigo que lleva un tierno mensaje del amor de Dios al pecador, un aliento de vida al que está desfalleciendo por la duda y el temor, un consuelo al afligido, una oportuna advertencia al que está rodeado de peligros, una dulce esperanza para el corazón lacerado por los infortunios y las decepciones del mundo, una chispa pequeña, pero de intensa luz que conmueve, que hace pensar, y con certero golpe remueve errores y preocupaciones añejas, dejando en su lugar nuevas y firmes convicciones fortalecidas e iluminadas por la luz de la Verdad.
El libro, el magazine, son como la artillería pesada; de grande efecto; el folleto es como el fuego graneado, como el cañón de tiro rápido. El catálogo de estos reducidos pensamientos constituyen la avanzada guerrilla de la evangelizadora labor; es numeroso y resume las enseñanzas del Evangelio; es un monumento sencillo de conocimientos, de teología popular y de controversia cristiana. Algunos son muy interesantes, porque dejan siempre un recuerdo imperecedero en sus lectores, otros tienen una vida efímera, fugaz, pero dejando siempre alguna nueva luz y convicción en el ánimo. Si pudiéramos recoger los datos de cada conversión que el amor de Dios ha efectuado por medio de estos trataditos, aquellos serían numerosos. ¡Cuántos hay que recuerdan todavía con gratitud a Dios el folleto por me dio del cual abrieron sus ojos a la luz de la verdadera salvación, y conservan con cariño aquella instrumental hojita que una alma amiga puso hace años en sus manos!
Algunos folletos están destinados a vivir siempre en el campo evangélico; son como elementos indispensables de persuasión y de combate. Algunos son modelos acabados de literatura y de arte cristianos: su lógica es irresistible, convincente. Algunos son severos, otros manejan el arma de la crítica con gran aticismo; unos son profundamente sentimentales, rebosantes de espiritualidad, otros atacan francamente los vicios humanos marcando el derrotero de la vida verdaderamente útil, llenando su misión moralizadora. … Todos son como la lluvia tenue pero incesante que cae en la buena tierra, esto es, los corazones, cual preciosa semilla fecundada por el Espíritu Santo para que dé abundantes frutos propios de los hijos de Dios.
El folleto es un recurso importantísimo que la Providencia ha puesto en nuestras manos para contribuir a la evangelización de nuestros compatriotas y debemos emplearlo con empeño y dignamente. Puede ser usado por todos, los niños y los grandes, los doctos y los indoctos. Parece el medio por el cual todo el mundo puede ser sembrador de la buena semilla de la Palabra. Muchos tendrán dificultad de hablar, pero no tendrán ninguna en ofrecer con urbanidad y afectuoso interés un folletito a cualquiera; puede ser enviado juntamente con una carta, sin que se aumente el porte; puede ofrecerse con delicada oportunidad a aquél con quien se ha hablado de negocios a fin de llamarle la atención a un asunto de más importancia porque es de un interés eterno. Ningún sembrador irá al campo sin la semilla suficiente y bien preparada para su objeto; así ninguno que se llama cristiano podrá estar desprovisto de los folletos mejores, seleccionados con escrupuloso cuidado, y listo para regar con oportunidad la preciosa semilla: el buen cristiano, es un buen sembrador.
He dicho que ha de hacerse una cuidadosa selección de los folletos, porque entre los millares que hay muy bien escritos, hablando literariamente, y basada en las santas doctrinas de la Palabra de Dios, los hay también, y no escasas, cuya parte literaria es sumamente disgustable y ridícula, y algunos que contienen ideas antibíblicas y heréticas, los cuales se haría bien en apartarlos con esmero como perjudiciales; la semilla debe ser buena a la luz de las Santas Escrituras; de lo contrario debe rechazarse.
El Faro, 1910