Cristo, la vida y luz de los hombres

Juan 1:1-5

El evangelio de Juan ha sido bien llamado “el evangelio de la eternidad”, porque es el evangelio de Dios. Juan fue un recipiente especialmente preparado para este ministerio tan honorable. Desde su juventud había sido un apóstol amado. Había descansado su cabeza sobre el regazo del Señor, había estado junto a la cruz, había sido testigo de la ascensión de Jesús, había apreciado hasta su muerte a la madre del Señor, había visto cerrada la dispensación judía y presenció la destrucción de la santa ciudad, y se le concedió las visiones celestiales manifestadas en Apocalipsis. El gran propósito de este evangelio se expresa muy adecuadamente en Juan 20:31. “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”. Todas las palabras claves de su evangelio se encuentran en este verso. Las palabras iniciales de este capítulo se encuentran entre las más profundas jamás escritas por la mano del hombre. Revelan una triple relación del Señor Jesucristo en su vida.

I. Su relación con Dios.

Se le llama el Verbo, el “Logos”. Cristo mismo es la palabra viva y el pensamiento de Dios. Él es la expresión visible del Dios invisible. “Porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó” (1 Jn. 1:2). El Verbo estaba desde el principio:

“Jehová me poseía en el principio, Ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve el principado, desde el principio, Antes de la tierra. Antes de los abismos fui engendrada; Antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas. Antes que los montes fuesen formados, Antes de los collados, ya había sido yo engendrada; No había aún hecho la tierra, ni los campos, Ni el principio del polvo del mundo. Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; Cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo; Cuando afirmaba los cielos arriba, Cuando afirmaba las fuentes del abismo; Cuando ponía al mar su estatuto, Para que las aguas no traspasasen su mandamiento; Cuando establecía los fundamentos de la tierra, Con él estaba yo ordenándolo todo, Y era su delicia de día en día, Teniendo solaz delante de él en todo tiempo” (Pro. 8:22-30).

El Verbo era con Dios. Sí, aún más, el Verbo era Dios. La mente finita del hombre no puede comprender el misterio de la trinidad, pero el creyente devoto puede inclinarse y adorar. Siendo en forma de Dios, no quiso excusarse, sino que se despojó, tomó la forma de un siervo y murió en una cruz por el pecado del mundo (Ef. 2:6-8). Es un misterio de gracia que solo puede ser comprendido por el misterio de la trinidad.

II. Su relación con la creación.

“Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn. 1:3). Le complació a Dios hacer realidad la vieja creación a través de la instrumentalidad de su Hijo; también le ha complacido que en la nueva creación debíamos ser “creados en Cristo Jesús” (Ef. 2:10). Por él asimismo hizo el universo (Heb. 1:2), y por él también busca redimir este mundo perdido en el pecado. Aquel por quien Dios hizo todas las cosas también ha hecho la paz por la sangre de su cruz. “Sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn. 1:3). Dios no hizo nada sin él, así como sin él no podemos hacer nada. Todas las cosas fueron creadas por él y para él, y por él todas las cosas consisten o se mantienen unidas. Él es el centro y el apoyo de todo, así como su creador. “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Ap. 4:11). Si todas las cosas fueron creadas para su placer, seguramente “verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho” (Isa. 53:11).

III. Su relación con los hombres.

“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn. 1:4). ¿Por qué se habla de la vida como la luz de los hombres, y no de la creación? Él ha hecho la luz del universo material, pero él es la luz de los hombres. El hombre es algo distinto y superior a otras cosas creadas. Él es una personalidad que necesita la Personalidad Divina para satisfacer todas sus necesidades. “En él estaba la vida”. La fuente de la vida estaba en él, y Dios, al darnos a su Hijo, nos ha dado vida eterna (1 Jn. 5:11). La vida manifestada en Cristo Jesús es la verdadera luz que debe iluminar a cada hombre que viene al mundo. Yo he venido para que tengan vida. Cristo como la Palabra de Dios es el pan vivo que descendió del cielo, para que un hombre pueda comer y no morir. El hombre no vivirá solo de pan, sino de toda palabra de Dios. Entonces observe:

1. Qué es esta luz: “La vida era la luz” (Jn. 1:4).

2. Donde brilla esta luz: “La luz en las tinieblas resplandece” (Jn. 1:5). Cristo como la Luz no brilló sobre las tinieblas del mundo, sino en las tinieblas. Él fue hecho carne, y habitó entre nosotros. Sus propias palabras declaran: “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (Jn. 12:46). El propósito de la luz es vencer la oscuridad. El centro de esta oscuridad es el corazón humano. El Dios que ordenó que la luz brillara en las tinieblas es el que brilló en nuestros corazones para dar la luz del conocimiento de Dios (2 Cor. 4:6).

3. El efecto de su brillo: “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Jn. 1:5). La oscuridad de la incredulidad voluntaria permaneció inconsciente del amanecer de este nuevo día. “Las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Jn. 1:5). Gracias a Dios, que en el caso de muchos, la oscuridad del pecado y el miedo no pudieron vencer ni resistir el brillo de la verdad de Cristo. No importa cuán densa sea la oscuridad, no puede de ninguna manera superar la pureza o el propósito de la luz. Los hombres pueden condenarse amando las tinieblas en lugar de la luz, pero no obstante la luz de Cristo continuará con todo su brillo (Jn. 3:19).

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