Algunos parecen ver en esta parábola: (1) El campo, como las Escrituras, que se debe ser buscado; (2) El tesoro, como salvación que hay que encontrar; (3) vender todo, como la condición en la que se posee la salvación. Preferimos aplicarlo de la siguiente forma:
I. El campo es el mundo. Así lo dice expresamente en el versículo 38. Es un campo grande, amado por Dios. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Jn. 4:10). Este campo fue reclamado por Jesucristo. “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Jn. 2:2). Él compró el campo. “Por precio fuisteis comprados” (1 Cor. 7:23). Satanás le ofreció una porción a bajo costo, pero no lo compraría bajo tales condiciones (Mateo 4:8-9).
II. El tesoro es la iglesia. “…La iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hch. 20:28). “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Ef. 5:25). Dios se refiere a su pueblo como “mi especial tesoro” (Éxodo 19:5). El tesoro del Señor es su pueblo. “A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:27). Este tesoro estaba escondido en el campo del mundo, pero prometido a Cristo antes que el mundo fuese. “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera” (Jn. 6:37). “He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra” (Juan 17:6).
III. El precio era él mismo. “Vende todo lo que tiene, y compra aquel campo” (Mat. 13:44). La salvación no puede ser comprada por nada que el pecador pueda vender, en el sentido de alcanzar mérito propio (Isa. 55:1). “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy” (Hch. 3:6). “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 6:23). Jesús sí vendió todo lo que tenía al dejar el esplendor de la gloria para comprar el tesoro de su pueblo creyente. “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Cor. 8:9). “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Ef. 5:25). Lo compró con su propia sangre (Hechos 20:28). La ocultación del tesoro puede sugerir el carácter oculto de su cuerpo: la iglesia que él conoce, pero que aún no se ha manifestado al mundo. “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos” (Col. 1:26).
Dios les bendiga por el estudio
Me parece una interpretación, con poca investigación. y al ver el contexto de la parábola. Es un logica de aplicación muy forzada.
El uso de figuras es muy forazada.