De los versos finales del capítulo anterior, aprendemos que el propósito de esta parábola es enseñar a los siervos de Dios la necesidad de estar siempre listos para la aparición de su Amo, y que la presteza no consiste en solo mirar el cielo al aire libre, sino en hacer activamente las cosas que le agradan. Siempre están listos quienes siempre están haciendo su voluntad: “Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así” (Mateo 24:46). La buena esposa puede esperar ansiosamente a su esposo porque anhela verlo, pero si él, cuando llega, encuentra la casa desordenada y la cena no preparada, ¿estará satisfecho con su forma de esperar? Estas vírgenes necias representan aquellos que tienen la apariencia de estar listos, pero que se encontrarán desprevenidos. Note aquí:
I. Su carácter intachable. Eran “vírgenes,” personas sin reproche, sin culpa a los ojos de los hombres; son típicos de los que profesan ser cristianos, cuya vida y conducta externa no está teñida de iniquidad. Se encuentran en todas las esferas de la obra cristiana; sus motivos nunca son cuestionados por siquiera un momento. Aman la compañía de los virtuosos y los sabios, e incluso los que son verdaderamente sabios aman su ayuda y compañerismo; son muy corteses, agradables y de un espíritu dispuesto.
II. Su intención noble. “Salieron a recibir al esposo” (Mat. 25:1). Los otros se van, así que ellas también se van. Les gustaría ver al novio y compartir la fiesta del matrimonio. Hacen un pequeño sacrificio por la esperanza que hay en ellas; ellas nunca cuestionan su propia aptitud. La contrapartida de estos todavía se encuentra entre nosotros; personas religiosas cuyas vidas morales son ejemplares, que han sido personas de buena conducta, que nunca cuestionan su condición ante Dios, ni se imaginan que deben “nacer de nuevo” (Juan 3:3). Sus intenciones son buenas, pero son ciegos a su verdadera necesidad.
III. Su negligencia inconsciente. “No tomaron consigo aceite” (Mat. 25:3). Toda su esperanza estaba en sus lámparas de profesión. Esto sólo podría durar una temporada muy breve. No se irían sin sus lámparas—las lámparas se podían ver, pero el aceite que no estaba a la vista fue ignorado. Es tipo de aquellos que están satisfechos con una semejanza a lo real que es puramente externa, mientras que permanecen extraños con el Espíritu Santo de promesa. El aceite en la vasija sugiere el Espíritu de Dios en el corazón, que es el verdadero testimonio de que somos hijos de Dios. Esto se mantendrá aun si todas las evidencias externas desvanecen y fallan.
IV. Su indiferencia indefensa. “Cabecearon todas y se durmieron” (Mat. 25:5). El novio se demoró, y ellas se cansaron, y cayeron en un estado de insensibilidad. El tiempo de espera es un tiempo de prueba para todos. El tiempo en que se demoraba el novio fue un tiempo de gracia y oportunidad para las vírgenes insensatas; era el momento adecuado para ir y comprar el aceite que necesitaban, pero se durmieron. Incluso una pequeña indulgencia con la autosatisfacción puede resultar ruinosa. Nuestro Señor se ha demorado cerca de 2000 años; ¡qué larga oportunidad para arreglar sus lámparas! Cuando los sabios duermen, no es de extrañar que los necios se vuelvan inconscientes de su peligro. “¿Qué tienes, dormilón?” (Jonás 1:6)
V. Su solicitud ansiosa. “Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan” (Mat. 25:8). El clamor de la medianoche es un grito de despertar. Habrá muchos descubrimientos alarmantes cuando Jesús venga. Al clamor de advertencia de medianoche se le sigue el grito de alarma: “Dadnos de vuestro aceite.” Están sin aceite, y el novio está a la mano. Sin derecho de entrar, y la puerta de misericordia está a punto de cerrarse. Este aceite no puede ser prestado; debe comprarse de aquel que es el único que lo ofrece (Lucas 11:13). Ningún mortal puede dar a otro lo que le puede preparar para la aparición del Señor. “Te aconsejo que de mí compres…” (Ap. 3:18). “Una cosa te falta” (Marcos 10:21).
VI. Su esfuerzo serio. “Pero mientras ellas iban a comprar…” (Mat. 25:10). De hecho, están en serio empeño mientras corren hacia el pueblo más cercano, limpiándose el sudor de sus rostros, pero su seriedad no las salva, porque “mientras ellas iban a comprar, vino el esposo” (Mat. 25:10). Estaban ocupadas buscando cuándo debían haber estado alegres. Los hombres pueden usar los medios correctos en el momento equivocado. Los que estaban listos entraron; los que se estaban preparando fueron excluidos. Sencillamente desear estar listo no es la preparación adecuada para su venida. “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Cor. 6:2). “Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mateo 24:44).
VII. Su decepción temerosa. “Se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes” (Mat. 25:10-11). La única respuesta que recibió su llamamiento urgente de “¡Señor, señor, ábrenos!” fue: “no os conozco” (Mat. 25:12). Fíjense, que una relación personal con Jesucristo por el poder del Espíritu Santo es la principal necesidad para una comunión futura con él. Las vírgenes insensatas esperaban entrar, pero fueron excluidas. Afuera entre los burladores e impuros, que nunca esperaban entrar. Sus reputaciones como vírgenes no las salvaron. Solo los que habían conocido al novio entraron con él. “Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz” (Job 22:21). “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9).