Se puede encontrar mucho alimento para la reflexión al comparar este capítulo con Romanos 9-11. Los propósitos de Dios con respecto a Israel, como se revela en estos capítulos, deben ser mejor conocidos entre los creyentes de todas partes. Podríamos observar aquí:
I. La condición de Mefiboset; o, la necesidad del pecador
1. Temor. Del hecho de que tal investigación tuvo que hacerse, podemos aprender que Mefiboset se escondía del rey. Los que no conocen su amor, temen a Dios (v. 1). Escondiéndose de su mejor amigo. Así como el pecador (Gén. 3:8).
2. Destitución. “En casa de Maquir hijo de Amiel, en Lodebar” (v. 4). Lodebar significa “sin pasto.” ¡Cuán cierto! Los rebeldes habitan en una tierra seca (Sal. 68:6). Lejos de Dios, el pecador es nada más que alojamiento en la casa de la pobreza del pecado (Isaías 44:20; Lucas 15:16).
3. Impotencia. “Estaba lisiado de ambos pies” (v. 13). En ese momento estaba sin fuerza. (Rom. 5:6). Con respecto a las cosas de Dios, los no regenerados son descorazonados, sin manos, sin pies. Cualquier habilidad que tenemos es dada por Dios (1 Pedro 4:11).
II. El propósito de David; o, el amor de Dios
Deseaba mostrar bondad a la casa de Saúl (su enemigo) por amor de Jonatán (el don de Dios). ¡Qué ilustración de 2 Corintios 5:19! Esto demuestra que:
1. El amor fue espontaneo. Fue el impulso voluntario de un amable y misericordioso corazón. “Dios es amor.” Dios da el primer paso hacia la redención del hombre (Ef. 1:4; 1 Pedro 1:2). Él amó tanto al mundo que dio a su Hijo. “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Jn. 4:19).
2. El amor fue lleno de gracia. Buscaba lo que no merecía. Le ofreció favor a un enemigo. “Siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios” (Rom. 5:10). Fue, de hecho, el “Evangelio de la gracia” que el criado de David envió al pobre lisiado. ¡Qué privilegio pertenecer a tales “enviados” (v. 5)! Esta es una hermosa ilustración de Romanos 10:14, 15. “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Jn. 20:21).
3. El amor era sacrificado. “Todo lo que fue de Saúl y de toda su casa, yo lo he dado al hijo de tu señor” (v. 9). Esto fue un gran regalo, pero fue por el amor de Jonatán. En Juan 3:16 vemos un don mayor, y con este don viene de la promesa de todas las cosas (Rom. 8:32; 2 Pedro 1:3).
III. La fe de Mefiboset; o, la salvación disfrutada
1. Creyó el mensaje. Así demostró su fe al obedecer el llamado. “Vino…a David” (v. 6). Véase 2 Cron. 30:10, 11. “El Maestro está aquí y te llama” (Jn. 11:28). Comprobamos la verdad del evangelio cuando lo creemos.
2. Se humilló a sí mismo. “Se postró sobre su rostro” (v. 6). Se confiesa a sí mismo ser como un “perro muerto” (v. 8). “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2:1)—peor que un perro muerto. La bondad de Dios nos conduce al arrepentimiento (Rom. 2:4).
3. Fue aceptado. “Y le dijo David: No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia” (v. 7). El Dios quien invita seguramente recibe (Juan 7:37). Piensa en su bondad hacia nosotros a través de Cristo Jesús (Efesios 2:7).
4. Fue adoptado. “Comerá a mi mesa, como uno de los hijos del rey” (v. 11). A pesar de que era cojo, se sentaba continuamente a la mesa del rey. Su mesa de misericordia cubre muchas dolencias (1 Juan 3:1, 2).
5. Fue hecho un heredero. “Te devolveré todas las tierras de Saúl tu padre” (v. 7). De la pobreza a la abundancia a través de la gracia del rey (1 Pedro 1:3, 4). Por gracia somos salvos por medio de la fe (Efesios 2:8).