El lunes 21 de septiembre [1959], a las 7:00 p.m., el Dr. Alfonso Rodríguez Hidalgo, Vicepresidente del Concilio Mundial de las Sociedades Bíblicas Unidas, eminente educador cubano, rector del Seminario Evangélico de Matanzas, hablando por una de las emisoras de Barranquilla, dio la primera de dos conferencias sobre el tema: “La Fe Cristiana y el Hombre Moderno”. El contrato para las dos conferencias se había hecho con la emisora, y fueron anunciadas por la prensa y la radio. El pueblo de Barranquilla quedó altamente satisfecho con el mensaje del doctor Rodríguez. Hubo muchísimas llamadas de felicitación y agradecimiento a las Iglesias Presbiterianas que patrocinaron el programa. El gerente de la emisora informó que entre las llamadas recibidas en relación con el programa, no hubo ni una sola expresión de inconformidad o crítica.
Sin embargo, al día siguiente, un distinguido sacerdote católico-romano visitó las oficinas de la emisora. Pocos momentos después, el gerente avisó a los oficiales de la Iglesia Presbiteriana, que muy a pesar suyo, se veía obligado a cancelar la segunda conferencia, “por circunstancias que todos comprendemos demasiado bien”. Así, en forma arbitraria e inesperada, fue negada la palabra al orador cubano, cuya patria ha sido verdadero símbolo de libertad para sus amigos colombianos. En vista del gran número de llamadas telefónicas sobre el particular, el gerente aclaró el miércoles que el programa había sido cancelado por intervención de ciertos elementos del clero católico romano.
Preguntamos si esta prohibición es una auténtica expresión del espíritu fraternal y democrático que siempre ha reinado en Barranquilla. Publicamos a continuación el discurso que fue motivo de la cancelación del Segundo programa radial. ¿Debe permitirse, o no, la difusión de éstas y semejantes ideas? ¿Son perjudiciales para el pueblo de Barranquilla? Sometemos el discurso al juicio del público barranquillero.
La fe cristiana y el hombre moderno
Antes que nada, unas palabras de gratitud sincera a esta hospitalaria ciudad de Barranquilla. Aquí estuve hace unos diez años y nunca olvidaré la forma tan amable y bondadosa con que fui recibido por todos. Al volver ahora he sido objeto de atenciones y demostraciones de afecto que agradezco de corazón.
Quiero unir ahora al testimonio de mi agradecimiento, una felicitación muy cordial al pueblo de Barranquilla por los progresos tan notables que se han realizado aquí últimamente. En poco más de dos lustros, la población casi se ha duplicado. La ciudad en sí ha desarrollado magníficos planes de urbanismo y se ha embellecido en forma admirable.
Paralelamente a estos progresos materiales y humanos, veo con profundo regocijo la atmósfera de libertad y concordia que prevalece por doquier. La reunión del lunes pasado en el teatro Metro es un ejemplo vivo del espíritu amplio, generoso y fraternal de la sociedad barranquillera, que estaba allí entonces tan bien representada en calidad y en número. ¡Bendito sea Dios que en su infinita misericordia, ha derramado sobre este pueblo grandes bendiciones de paz, progreso y libertad!
Quiero ahora referirme de modo especial al gran evento que, con el nombre Semana de la Biblia y bajo los auspicios de la Iglesia Católico-Romana, se lleva a cabo en esta ciudad, comenzando precisamente hoy lunes 21 de septiembre. Bendito sea Dios, porque su Santa Palabra será estudiada y difundida con entusiasmo y devoción durante esta semana aquí en Barranquilla. Estamos convencidos de que la fe cristiana se desarrolla y robustece esencialmente por medio del estudio sistemático y devoto de la Biblia, que es la revelación escrita de Dios al hombre. En medio de la confusión que vive el mundo moderno, no hay otro camino que volver a la Biblia para leerla y hacerla el motivo constante de nuestro estudio y meditación.
Cada libro de las Sagradas Escrituras fue escrito en una época particular por un individuo que Dios escogió para dar su mensaje divino en un momento dado y bajo las circunstancias especiales de una época determinada. Sin embargo, cada libro de la Biblia tiene un significado actual de valor extraordinario para nosotros en el día de hoy. Aquí es donde reside precisamente la grandeza de la Biblia: Su mensaje, a pesar de haber sido dado hace muchos siglos, es un mensaje contemporáneo que se aplica en forma real y efectiva a las necesidades y problemas morales y espirituales que nosotros confrontamos hoy.
Jesucristo es el centro y el corazón mismo de la Biblia. Por eso La Biblia es diferente a todos los demás libros. Mediante su lectura nos ponemos en comunión directa con el Cristo Crucificado y Resucitado que vive hoy y actúa con poder en la vida de los hombres y los pueblos. Leyendo la Biblia intimamos con el Cristo vivo y todopoderoso que ofrece a todos por igual salvación, libertad y sustento. “Yo soy la puerta”, dice Jesucristo, “el que por mí entrare será salvo y entrará y saldrá y hallará pastos”.
Cristo te ofrece salvación y la salvación de Cristo es integral. Es decir, incluye tanto tu alma como tu cuerpo. Es salvación que tiene realidad para ti aquí y ahora y por toda la eternidad. Cristo te salva para que puedas vivir la vida abundante, feliz y victoriosa de los hijos de Dios. Además, la salvación de Cristo tiene sentido y realidad en todos los momentos de la vida, hasta en la hora de la muerte. Propiamente hablando, la muerte no es el fin de la vida, sino el comienzo de una vida mejor, más gloriosa y bienaventurada, en que podremos disfrutar de la dicha y el gozo eterno que Cristo nos ha prometido a todos los que le amamos.
El tema central de la Biblia es esa salvación que Dios te ofrece en Jesucristo. Salvación del pecado y de todas sus consecuencias. La salvación de Cristo hace de ti un ser libre de todo lo que arruina la vida y menoscaba tu felicidad. Nuestro Señor Jesucristo te ofrece libertad del pecado y de todo yugo: De todo vicio y maldad. Esa es la libertad gloriosa del cristianismo frente a los hombres y frente a la vida. Esa es la libertad cristiana que no es anarquía ni amoralismo, porque el amor es el elemento que la controla y el motivo que guía siempre al creyente por el camino del servicio al prójimo.
La libertad cristiana de que nos habla la Biblia incluye el libre acceso del hombre a la presencia de Dios, por si solo o en compañía de sus hermanos en la fe de Jesucristo. Aquí está el principio de la democracia religiosa que ha contribuido considerablemente al desarrollo de las ideas democráticas en el orden político-social. Este es el principio evangélico que se llama comúnmente “Sacerdocio universal del creyente”, que obliga al hombre a pensar por sí solo. La iglesia no piensa por él, sino que pone en sus manos la Biblia para que la lea bajo la dirección del Espíritu Santo y encuentre por sí mismo la respuesta a las cuestiones vitales que le preocupan. Leyendo la Biblia así, se recibe el sustento que da Jesucristo a los suyos y que es sustento material, moral y espiritual a la vez.
Recordamos que en la oración del Padre Nuestro el Señor nos enseña a orar por el pan de cada día. Recordemos también que el Señor sustenta a los suyos moral y espiritualmente en medio de las pruebas y aflicciones de la existencia y los bendice con su paz. “La paz os dejo”, dijo Jesucristo. “Mi paz os doy, no como el mundo la da. Yo os la doy”. “No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”.
Considerando que la inmensa importancia que tiene la Biblia en el desarrollo de la fe cristiana en el hombre moderno, quisiéramos felicitar ahora de todo corazón a los dirigentes del catolicismo romano que ha organizado esta semana de la Biblia en Barranquilla. Los evangélicos de Colombia y del mundo entero nos regocijamos por este acontecimiento que, entre otras muchas cosas, corrobora y confirma el énfasis que desde hace más de cuatro siglos han venido haciendo los cristianos evangélicos en forma entusiasta y devota. La Iglesia evangélica ha puesto siempre la Biblia en manos de los fieles para que cada uno examine por sí mismo las verdades que Dios nos ha revelado en su palabra para nuestro bien y nuestra salvación.
Estamos convencidos de que el mismo Espíritu Santo que inspiró a los escritores de los Libros Sagrados, inspira hoy a todos los que, de manera humilde y con espíritu de oración leen la Biblia para conocer la voluntad de Dios y recibir inspiración y divinos estímulos para vivir la vida cristiana a plenitud. Es por eso que te recomendamos ahora a ti, que nos escuchas en estos momentos, que adquieras una Biblia y comiences enseguida a leerla, pidiéndole a Dios en oración que, con asistencia del Espíritu Santo, llegues tu por medio de la lectura de la Biblia a abrir tu corazón a Cristo y recibir la salvación, la libertad y el sustento que El te ofrece.
Ruego a Dios que así sea.
La Biblia en las Américas Octubre-diciembre de 1959