¿Vale la pena tener normas de separación del mundo?

No se puede negar que algunos que tienen altas normas de separación del mundo fácilmente juzgan a los demás y se consideran superiores. Es cierto que algunos son ilógicos o inconstantes en sus normas. En algunas instancias ciertas normas de separación en realidad son opiniones personales que posiblemente no estén basadas en un principio bíblico. Algunas normas de separación se deben a la cultura de cierta región (aunque debemos tomar en cuenta que la cultura debe adaptarse a la Biblia, y no viceversa). Aún hay algunos que piensan, entre más largo sea su lista de prohibiciones, lo más espiritual que son. Algunos de los que promueven normas de separación del mundo enfatizan lo externo, y tienden a pasar por alto lo interno. Algunos cristianos son los más limpios en cuanto a la apariencia externa se refiere, pero están colmados de suciedad por dentro. Es cierto que los que buscan separase del mundo nunca lograran satisfacer a todos. Pero ¡UN MOMENTO! ¿Significa esto que debemos darnos por vencido, fingir como que no era la intención de Dios incluir Romanos 12:1-2 en la Biblia, y que todos debemos hacer lo que bien nos parece? ¡De ninguna manera!

Estamos viviendo en una generación en la cual los cristianos piensan como el mundo, actúan como el mundo, se visten como el mundo, hablan como el mundo y aún huelen como el mundo. En forma inadvertida, estamos sembrando semillas de degeneración ante los que nos siguen. Es probable que usted ha oído la aseveración «lo que hacemos en moderación nuestros hijos harán con exceso». Yo encuentro que esto es cierto por lo menos el 95 porciento de las veces.

Seamos honestos. Pensamos que somos tan espirituales, pero somos carnales. Pensamos que somos tan santos, pero en realidad somos tan mundanos. Adquirimos nuestras filosofías del mundo; adoptamos el sistema de valores del mundo y pensamos en términos de las costumbres del mundo en vez de «¿Qué dice las Escrituras?» Que Dios tenga misericordia de nosotros.

El problema en nuestras iglesias no es que hay demasiados que intentan ir a extremos en su deseo de ser santo. Nuestras iglesias están inundadas con impiedad. Las bancas y los púlpitos están llenos de los que intentan ver cuan cerca pueden estar al mundo y esperar que todavía sean visto como cristianos.

Muchos cristianos saben que hay cosas que hacen que son pecaminosas, pero simplemente no están dispuestos a abandonar sus pecados favoritos. Aunque el Salvador entregó su todo, no están dispuestos a entregar todo a los pies de Cristo. ¡Que comentario tan triste del cristianismo de nuestra generación!

Como si eso fuera poco, los que toman una posición de separación firme con frecuencia son hostigados y son considerado un problema. Como los que tienen convicciones profundas todavía tienen faltas, los demonizan para que otros puedan justificar su mentalidad mundana. Con frecuencia son criticados fuertemente para que los que no toman posiciones firmes de separación puedan aliviar su conciencia.

Muchos de los que ven a las normas de separación como algo ridículo, ignoran el mandamiento bíblico de evitar lo que puede ofender o causar tropiezo a otro hermano (1 Cor. 8). Quizás se han olvidad que 1 Cor. 10:23 todavía está en la Biblia: «Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica».

Algunos tildan a los cristianos que enfatizan la separación personal con descripciones coloridas como: «sin perdón, orgullosos, altivos, amargos, llenos de justicia propia, faltos de amor, chismosos», etc. Admito que conozco algunos con altas normas que son así. Pero de todos modos, esto no significa que todos son así, o que es una excusa para no obedecer la Palabra de Dios, haciendo una diferencia en este mundo tan lleno de tinieblas.

Una de las cosas que he aprendido en mis años en el ministerio es que la gente con frecuencia no acaban haciendo lo que uno espera de ellos. Por esa razón los pastores y líderes en diferentes ministerios necesitan tener normas para los líderes que le asisten, que incluya separación del mundo. Esto es en parte porque ese líder dará cuenta a Dios por ese ministerio; él lo representa, y debe tener una conciencia clara y limpia en cuanto a como las cosas se conducen. Usaré el ministerio de música en mi iglesia para darle un ejemplo. Mi primer domingo en la iglesia era el último del pastor anterior. Nunca me voy a olvidar de la mujer miembro de la iglesia que cantó un especial. Ella estaba vestida con una falda corta y cantó una canción acerca de que debemos amar a todos, incluyendo a los que tienen sida (No había nada de malo con las letras de la canción, pero no era una canción cristiana, y por eso no era apropiado). Una de las primeras cosas que hice cuando me encargué de la iglesia era distribuir una hoja con ciertas normas que tenían que ser seguidas por los que deseaban participar en el ministerio de música de la iglesia. Yo no podría tener una conciencia limpia si estuviese pastoreando una iglesia en la cual no pudiese hacer nada si las mujeres deseasen cantar especiales en minifaldas, o que hombres canten con pelo largo, y así sucesivamente. Cuando primero tomé la iglesia, tuve un problema serio con una mujer miembro que en veces venía a la iglesia sin brazier. Como resultado de predicar acerca de que mujeres deben vestirse «con pudor y modestia» (1 Tim. 2:9), una familia dejó la iglesia, y ya no tenemos un coro. Tomar esa posición firme no era fácil–y vino con un precio–pero creo que lo que hice fue bíblico y necesario.

A veces un líder impone normas que no entendemos. Yo pasé por tal situación cuando comencé una obra hispana en Denver, Colorado. El pastor americano de la iglesia insistió que el hombre que quería tocar la guitarra tenía que afeitarse la barba (que era corta y bien arreglada) si me iba a ayudar. Nunca entendí esa regla, y quizás nunca lo entenderé. La Biblia nos dice que Cristo tuvo una barba. Lo más cercano que he llegado a comprender tal regla es que los «hippies» rebeldes de los años sesenta tenían barbas, y por eso podría dar la impresión de maldad. También hay posiciones profesionales en compañías importantes en Norteamérica que requieren que su personal no tenga barba ni bigote (algo cultural, aparentemente). Aunque no estaba de acuerdo con esa regla, por causa del ministerio traté de quedarme callado y no criticar al pastor por imponerlo. Algo que tenemos que clavar en nuestras cabezas duras es que no siempre comprenderemos las reglas que tenemos que obedecer, sea en el ministerio o reglas y leyes seculares en la vida cotidiana. Para ilustrar esto, piense como es cuando uno viaja en un vuelo comercial. Le obligan a que se ponga el cinturón de seguridad. Uno puede argumentar todo lo que quiere, diciendo «¿De qué me va a servir el cinturón si chocamos y nos quemamos o si el avión cae a pico en el mar? No tiene sentido. No, no me pondré el cinturón». ¿Qué ocurriría? Le pedirán que baje del avión, si todavía está en tierra. Entonces, aunque no comprendes y no estés de acuerdo con tal regla, para cumplir con tu meta de viajar de un punto a otro, te sometes. Debe ser igual en la obra del Señor.

Hermanos, hay unas áreas en las cuales debemos tener mucho cuidado al tomar una posición firme contra el pecado. Debemos tener cuidado con el ESPÍRITU en el cual lo hacemos. No debemos hacerlo con un sentido de altivez ni arrogancia, sino con un corazón quebrantado. No tuve el privilegio de conocer al Hermano John R. Rice (él murió en 1981), pero algunos que le conocieron me han dicho que le vieron predicar contra el pecado con lágrimas en los ojos. Así también fue nuestro Señor Jesucristo (Juan 11:35), y el apóstol Pablo (Hechos 20:31; 2 Cor. 2:4). Nuestra denuncia del pecado no debe hacerse con la intención de elevarse a sí mismo, como para intentar pasarse por más espiritual que los feligreses. La Biblia nos advierte que el que piensa estar firme, mire que no caiga (1 Cor. 10:12), y …… considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado (Gál. 6:1).

Debemos ser muy cautelosos en el área de proclamar nuestras convicciones personales y opiniones. No estoy en contra de COMPARTIR convicciones personales desde el púlpito (yo lo hago) pero no se debe predicar convicciones personales en forma dogmática, como si fuera un mandato o un principio claramente delineado en las Escrituras. Yo he oído predicación contra el café, la Coca-cola, el jamón, contra deportes, etc., que fue predicado de tal forma que pareciera que fuese basado en un principio bíblico o un mandamiento directo de las Escrituras. La Biblia nos advierte sobre esto en Mateo 15:9 Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres, y en varios otros pasajes.

En cuanto a las normas de separación del mundo, debemos aproximar cada asunto preguntándonos, ¿es esto pecado? Esto es la raíz del asunto. Si hay dudadas en cuanto a algo, debemos abstenernos de hacerlo (Rom. 14:23) hasta poder investigar el asunto y llegar a una determinación. Si es pecado, apartémonos y advirtamos a otros. Si es una opinión que no se puede comprobar claramente con principios en las Escrituras, seamos honestos y declaremos que es simplemente nuestra opinión.

Los predicadores deben volver a predicar contra el pecado. Debemos predicar que el pecado es tinieblas, el infierno es caliente, y la eternidad es larga. Dios vehementemente aborrece el pecado. Debe haber una repugnancia en cuanto al pecado (pero no para el pecador. Los pecadores son almas preciosas por las cuales Cristo murió).

Los predicadores deben predicar más en contra del pecado, pero no debe reemplazar la predicación del evangelio. El tema central de nuestra predicación debe ser el Señor Jesucristo.

Mucho se dice acerca de la importancia del amor. Por supuesto es importante. La Biblia nos dice en 1 Cor. 13 que si no hacemos lo que hacemos con amor, nos engañamos a nosotros mismos. Pero acusar a los que toman una posición firme en cuanto a la santidad de falta de amor es el ejercicio más antiguo de futilidad. El apóstol Pablo fue acusado de faltarle amor (2 Cor. 11:11).

He predicado en muchas ocasiones que la razón más grande por la cual personas van al infierno es por causa de cristianos. No solo no comparten el evangelio con otros, muchos cristianos en nuestro día son hipócritas y apestan de pecado. Esta clase de cristianismo es repugnante a los inconversos, especialmente si el Espíritu Santo ha estado obrando con el pecador en cuanto a su condición. Un cristianismo que demanda y demuestra santidad y amor probablemente no atraerá al inconverso que no siente convicción acerca de su pecado, pero atraerá a los que están cansados de vivir en pecado y están contemplando venir a los brazos del Salvador.

Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. VERÁN ESTO MUCHOS, Y TEMERÁN, Y CONFIARÁN EN JEHOVÁ. Sal. 40:2-3

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente. ENTONCES ENSEÑARÉ A LOS TRANSGRESORES TUS CAMINOS, Y LOS PECADORES SE CONVERTIRÁN A TI. Sal. 40:2-3

¡Sí! Vale la pena tener normas de separación. Que Dios nos ayude a agradarle en todo y acercarnos más a él cada día.

 

Un comentario sobre “¿Vale la pena tener normas de separación del mundo?”

  1. La verdad es que he disfrutado mucho leyendo este artículo, porque no es fácil poder vivir conforme a la Palabra de Dios, pero es un privilegio y un honor poder hacerlo con Su ayuda. Vale la pena estar separados y consagrados viviendo vidas santas que puedan reflejar la Gloria de Dios, porque somos sus instrumentos.
    Dios los bendiga

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