Si eres pastor hallarás la fortaleza y seguridad para tu ministerio en Jehová. Su poder siempre te sostendrá. Confiarás en su omnipotencia, pero al mismo tiempo sentirás en tu alma toda la ternura que significa que él sea «pastor», el Buen Pastor: eso significará para ti fuerza y ternura.
Si quieres ser realmente un pastor comunicarás ese sentimiento de seguridad a tu propio rebaño; habiendo confianza en ti la habrá en él, y así mezclarás a tu tarea la idea de lo grande con lo tierno, lo solemne con lo amable; Jehová Todopoderoso con Jesús el buen Pastor.
Si eres pastor nada te faltará. Él te proveerá de lo necesario para tu obra y para tu vida, para tu cuerpo y para tu alma. Él lo tiene todo y te lo dará en abundancia conforme a sus promesas.
Si quieres ser realmente un pastor, tu rebaño tendrá también lo que necesite. De gracia recibirás constantemente y de gracia habrás de querer dar. No pretendas guardar para ti, ni tus dones, ni tus bienes: derrámalos en abundancia sobre tu pequeño pueblo. El Pastor no te dejará, no permitirá que te falte nada, y tú tendrás que dar, pues cuanto más des, tanto más abundante será tu reserva para seguir dando. Procurando darlo todo no te faltará nada.
Si eres pastor él te pastoreará guiándote por las sendas del servicio y de la actividad. La piedad interior acumulará en ti fuerzas para seguirle por nuevos caminos y desconocidos valles y montañas. El irá siempre adelante y guiará tus pasos.
Si quieres ser realmente un pastor nunca dejarás solo a tu rebaño. Tu preocupación constante será guiarlo, no sólo como conductor de una congregación, sino como pastor que también va siempre adelante, y sus ovejas le siguen porque conocen su voz y le aman. Los pastorearás porque esa es tu misión suprema: ser pastor.
Si eres pastor, el divino Pastor te guiará por sendas de justicia; no habrá en ti vacilación en cuanto al camino a seguir en tu ministerio, ni en la meta que te propones alcanzar. Y llegarás a ella porque él te guiará. Las sendas que hallarán tus pies no serán tortuosas. Sentirás que el Pastor te guía, no precisamente por tus propios méritos sino por amor a su nombre, su gracia y su soberanía. Y tú le darás a él la gloria y la alabanza.
Si quieres ser realmente un pastor guiarás, a tu vez, a tu grey por la buena senda, evitándole los peligros y riesgos de las caídas y precipicios. Guiándola no te apartarás del camino ni a la derecha ni a la izquierda. Si tú te sientes constantemente guiado, guiarás con la naturalidad de quien está seguro a donde va y a donde está llevando su rebaño.
Si eres pastor no temerás; el amor con que él te amó echará fuera todo temor. Entrarás –¡y muchas veces!– en el valle de sombras de muerte, pues nadie puede ponerse en sus manos para servirle sin estar siempre entregado, también, a la muerte por Jesús. Pero, aunque haya lágrimas y sombras, y aun muerte, tú no temerás mal alguno: porque él estará contigo. Atravesarás el valle de sombras interiores con la seguridad de que su mano te sostiene y su compañía no te falta.
Si quieres ser realmente un pastor no podrás vivir tranquilo donde el sol brille mientras uno de tus corderos sufra, llore o llegue a los límites de la oscuridad suprema. Entrarás a esas sombras y te quedarás a su lado tanto como el Pastor anduvo contigo cuando hubo sombras en tu propia vida. No vacilarás en entrar al Huerto donde el Buen Pastor entró para beber la copa amarga de tus propios pecados y dolores y poder luego llegar a la luz de la resurrección y de la vida.
Si eres pastor gozarás de la dicha inefable que significa disfrutar de la mesa servida delante de ti con la abundancia del gozo del servicio y de la recompensa divina. No, todo no será penas y dolores; ellos serán los menos. Las satisfacciones serán aderezadas por el Pastor aun en presencia de tus angustiadores internos y externos. Necesitas fuerzas y alegría y las tendrás diariamente en abundancia.
Si quieres ser realmente un pastor alimentarás a tu rebaño. No lo dejarás nunca padecer hambre. Tus ovejas no se verán famélicas y tristes. No sólo las defenderás de los enemigos que quieran introducirse entre el rebaño, sino que les servirás el banquete espiritual del pan de la vida. No olvidarás que tú y ellas participarán juntos un día del banquete de las bodas del Cordero, pero que mientras tanto tú eres el responsable de su diaria alimentación.
Si eres pastor tu cabeza será una y otra vez ungida con el óleo santo del Espíritu. Este será como el aceite que cura la herida y suaviza el tacto, y comunica el gozo de lo alto. Percibirás a tu alrededor el perfume de la comunión con él y tu copa estará rebozando de la plenitud de la gracia. Trabajarás con fuerza renovada cada día; no podrás estar quejoso en la tarea, ni desanimarte durante la marcha.
Si quieres ser realmente un pastor derramarás sobre tus corderos la suavidad del aceite de que estará llena tu botija. El óleo con que has sido ungido se transformará, por la plegaria y consagración de tu vida, en el perfume de nardo líquido que será derramado a través de tus dichos y hechos, llenos de humana amabilidad y de espiritual inspiración en el Señor. Suavizarás las heridas y vendarás sus dolencias. Al rebozar tu copa con el regocijo de la fe y la vida del Espíritu, comunicarás el mismo espíritu a tu grey, y el compañerismo y la comunión fraternal será una realidad feliz entre rebaño y pastor.
Si eres pastor el bien y la misericordia te seguirán todos los días de tu vida. Esa será la escolta celestial que seguirá tus pasos como la sombra sigue al cuerpo. El bien será duradero y la misericordia te hará sentirte comprendido y perdonado de tus propias faltas, por el Pastor.
Si quieres ser realmente un pastor compartirás con los tuyos todos los bienes que recibas. No podrás ser egoísta ni tampoco duro: comprenderás las flaquezas y debilidades de los demás porque el Pastor comprendió y perdonó las tuyas. Tu palabra y actitud serán de simpatía, la simpatía que comprende y ayuda, y redime. Siendo misericordioso alcanzarás misericordia.
Si eres pastor, al final de la jornada hallarás abiertas las puertas de la casa de Jehová, el celestial aprisco. Entonces recibirás del Príncipe de los pastores la corona incorruptible de gloria.
Si quieres ser realmente un pastor, tu propio gozo y corona será que ninguna de tus ovejas falte allá, y que, cuando reunido tu rebaño frente al Pastor tú puedas ofrendar a sus pies tu vara y tu cayado, consciente de haber cumplido tu misión. Entonces se cumplirá la palabra de que habrá un solo rebaño y un Pastor. Tu adoración será gloriosa porque lo será en compañía de la multitud de redimidos que, sin diferencia de pastores u ovejas, alabarán al que, paradójicamente, seguirá siendo el Cordero que nos redimió con su sangre.
El Pastor Evangélico, Enero a Marzo de 1962