La viuda de Sarepta: Una mujer pagana de fe

El pueblo elegido por Dios al cual él mismo había dado rey, pasó por épocas de prosperidad y brillo, pero una serie de disturbios políticos había provocado una división interna de la que surgieron dos reinados, el de Judá y el de Israel.

Este último, formado por diez de las tribus, tuvo por rey a Acab, del que se nos dice que «hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes que él».

Arrastró al pueblo a la idolatría, pues edificó un templo a Baal y altares a otros dioses de los pueblos vecinos. Sin duda Jezabel, una de sus esposas paganas, hija del rey de Fenicia, había ejercido gran influencia sobre su carácter e introducido el culto a los dioses falsos.

I. UNA MUJER NECESITADA. 1 Reyes 17:1-9

El relato en que nos ocupamos tuvo lugar en los días de Acab, en la época en que Elías era el principal de los profetas fieles a Dios. Sabemos que este hombre fue muy valiente y que no vaciló en censurar la maldad del rey y de su esposa aunque exponía con ello su vida.

1. Castigo de la idolatría

Dios había ordenado al pueblo por medio de Moisés: «No haréis para vosotros ídolos, ni esculturas, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella, porque yo soy Jehová vuestro Dios. Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos y los pusiereis por obra, yo daré la lluvia en su tiempo y la tierra rendirá sus productos». Sigue luego una larga enumeración de los beneficios que les traería la fidelidad a Dios, pero termina diciendo: «Empero si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mandamientos … haré vuestro cielo como hierro y vuestra tierra como bronce». Lev. 26:1, 3, 14 y 19.

El pueblo de Israel estaba pasando por una época en que este castigo se cumplía. Elías había profetizado: «no habrá lluvia ni rocío en estos años». Esta triste época de sequía se hizo famosa en el pueblo de Israel y el mismo Jesús hizo mención de ella.

Fácilmente podemos imaginarnos la miseria que la prolongada sequía habrá traído como consecuencia, más aún si tenemos en cuenta que, por el poco intercambio que se hacía de un país a otro, cada uno dependía de lo que producía.

2. Ayuda difícil de esperar

Al principio de esta época Elías, fue alimentado milagrosamente, pero, cuando el arroyo a cuyo lado se había establecido se secó, Dios le dijo: «Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente». Elías obedeció esta orden, evidenciando con ello ser un hombre de gran confianza en las palabras de Dios. Dios lo mandaba fuera del país, a Sarepta, una localidad fenicia cerca de Sidón, y a la casa de una mujer pagana y viuda; no parecía ni la localidad, ni la situación de la mujer el lugar más apropiado para buscar refugio en días de escasez, pero el profeta no buscó la explicación a esta orden sino que sencillamente la obedeció.

II. UNA MUJER GENEROSA. 1 Reyes 17:10-16

Elías llegó a las inmediaciones de Sarepta y muy cerca ya de la puerta de la ciudad, vio a una mujer juntando leña. Se dio cuenta que era viuda porque las mujeres en esas circunstancias se vestían de una manera particular y pensando que esa era la mujer a la cual Dios lo enviaba, se le acercó. La vio ocupada en la tarea humilde de juntar los últimos restos de raíces y de hojas secas que quedaban sobre la recalentada tierra.

1. Espíritu servicial

Elías la llamó y le pidió agua para beber; no se hizo repetir el pedido e inmediatamente se encaminó a su hogar. El profeta volvió a llamarla y le dijo: «Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano». La pobre viuda dijo entonces a Elías: «Vive Jehová, tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños para entrar y prepararlo para mí y mi hijo, y nos dejemos morir.

Esta mujer, aunque era pagana, por la proximidad en que vivía al pueblo de Israel, había oído hablar del Dios verdadero. Reconoció en Elías a un servidor de Dios, por eso le describió su precaria situación, invocándolo como testigo.

2. Pedido y ofrecimiento de Elías

Elías entonces dijo a la mujer: «No hayas temor; ve, haz como has dicho: empero hazme á mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo». Hasta agregó una promesa en el nombre de Dios: «Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La tinaja de la harina no escaseará, ni se disminuirá la botija del aceite, hasta aquel día que Jehová dará lluvia sobre la haz de la tierra». Le pedía lo último que le quedaba.

La mujer, entonces, se encaminó a su casa, amasó el pan pedido, que consistía en una pequeña torta que se cocía entre la ceniza o piedras calientes. Aunque había dicho al profeta que la harina que tenía en su casa alcanzaba escasamente para ella y su hijo, el pan amasado alcanzó para los tres y, de acuerdo a la promesa del profeta, la harina y el aceite no volvieron a faltar en aquel hogar. ¿De qué medios se valió Dios para proveer de alimento a la mujer? Pudo muy bien ser un milagro con el cual Dios premió el desinterés, el espíritu hospitalario y la confianza en las palabras de Elías, pero pudo ser también que Dios le diese los medios y la oportunidad para ganar su sustento. Lo cierto es que de uno u otro modo esta mujer tuvo lo que necesitaba.

El rey David dijo: «Joven fui, y he envejecido y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan», Salmo 37:25. Pero Jesús amplió esta idea afirmando: «No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, que habéis de vestir; ¿no es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?» Mateo 6:25 y 26.

III. LA GENEROSIDAD PREMIADA. l Reyes 17:17-24

No sabemos cuánto tiempo duró la estadía de Elías en aquel hogar, haciendo que con su presencia nada faltara a la mujer ni a su hijo, pero conocemos un acontecimiento importante que tuvo lugar en esos días.

1. Muerte y resurrección del hijo de la viuda

El hijo de aquella generosa y hospitalaria mujer enfermó tan gravemente que murió. La afligida madre dio la noticia al profeta con estas palabras: «¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo?»

Aunque en el relato no figuran las actividades de Elías en Sarepta, podemos suponer que, por lo menos con aquella mujer, habrá hablado de la justicia divina que castiga la iniquidad y que en esa oportunidad había traído la sequía y la miseria sobre Israel. la viuda pertenecía a un pueblo pagano, pero sin duda las palabras del profeta despertaron en ella la convicción de su pecado y con razón temió que la muerte de su hijo fuera motivada por su vida de idolatría. Elías quiso demostrar a la mujer que su Dios era también un Dios de amor, y por eso después de pedirle el cuerpo del niño se encerró en su habitación y clamó a Dios con estas palabras: «Jehová, Dios mío, ¿aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido haciéndole morir su hijo?» Y luego pidió un milagro, un milagro tan grande, tan portentoso, que su sólo enunciado nos muestra la fe admirable de ese hombre. Dijo: «Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él», y por vez primera en la historia bíblica tenemos el caso de una resurrección. Elías devolvió el hijo vivo a su madre.

2. El poder del ejemplo

De nuevo con su hijo entre los brazos, la madre exclamó: «Ahora conozco que tú eres varón de Dios y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca». Elías, sin duda, aprovechando su estadía en aquella casa habría procurado encaminar a la mujer a la fe, pero más que las palabras, la vida del profeta y la comunión que éste tenía con Dios que le permitieron obrar aquel milagro, la convencieron y la llevaron a confesar que reconocía en Elías a un verdadero varón de Dios.

En el Sermón del Monte, Jesús enseñó a sus discípulos que ellos debían ser sal de la tierra y luz del mundo para que los hombres, dijo, «vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». Mateo 5:16. Una conducta santa, una vida de comunión con Dios, que se demuestre por un poder real para vencer el mal, ha sido y será siempre el mejor testimonio de que somos verdaderamente sus hijos.

Conclusión

Es éste uno de los pocos casos que encontramos en las Sagradas Escrituras de una mujer pagana a quien Dios ayuda de una manera especial. Jesús, haciendo mención de ella dijo: «De cierto os digo que ningún profeta es acepto en su propia tierra. Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra, pero a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón». Lucas 4:24-26.

Mientras en Israel imperaba la impiedad, mientras entre el pueblo escogido el profeta no podía encontrar reposo, Dios abre el corazón de una mujer extranjera. Cuando el autor de la carta a los Hebreos hace la lista de los héroes de la fe incluye a «los que recibieron sus muertos mediante resurrección», entre los que no vacilamos en colocar a esta mujer ya que su hijo fue el primer caso de persona resucitada.

Destaquemos también para ensalzarlas las virtudes domésticas de esta mujer: su espíritu servicial y hospitalario, su desprendimiento y su respeto para con el varón de Dios.

CUESTIONARIO

1. ¿Quién era el rey de Israel, con quién se había casado y cuáles fueron las características de su reinado?
2. ¿Qué mandamiento había dado Dios referente a la idolatría?
3. ¿A qué provincia y a la casa de quién mandó Dios al profeta?
4. ¿En qué situación económica se encontraba esta mujer?
5. ¿Qué le pidió y qué le ofreció Elías?
6. ¿Qué sucedió en aquel hogar durante la permanencia del profeta?
7. ¿Cómo demostró éste ser en realidad un varón de Dios?
8. ¿Qué testimonio dio la mujer sobre Elías?

Un capítulo del libro Mujeres de la Bíblia por Agustina Canclini escrito alrededor de 1930

Un comentario sobre “La viuda de Sarepta: Una mujer pagana de fe”

  1. Paz hermanos.
    Agradezco tan buen escrito de la viuda de Sarepta, pero me gustaría que me ampliarán lo que la viuda increpa al Profeta Elías: » mis rebeliones» ; me gustaría saber más de qué será bíblicamente REBELIONES.
    Gracias y que Dios los bendiga muy gratamente.

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