De un pastor a su hijo espiritual en el ministerio
A mi joven amigo que comienza el pastorado:
«Lo que tengo te doy», dijo Pedro al paralitico. No pudo dar lo que no tenía, dinero, por ejemplo. Yo también sólo puedo darte lo que tengo y que es de muchísimo menos valor: lo aprendido, no en los libros, sino en el trajín de los años de vida pastoral, en cuanto a la utilización del tiempo. Y puedo asegurarte que he aprendido, muchas veces con «mortificación de la carne», pero con gozo del espíritu.
Ya hemos hablado de los planes generales de acción. Se necesitan grandes planes, «emprender grandes cosas para Dios». Aunque, sin duda mejor sería expresarlo diciendo que necesitamos conocer los grandes planes que Dios tiene para nosotros, y luego, ¡manos a la obra!
Bíblicamente, pero también por la forma en que está organizada la vida práctica en que nos movemos en nuestra acción cristiana, nuestro tiempo se divide, para la mayoría de sus aspectos, en semanas. «Seis días trabajarás… mas el séptimo.» Dejemos, por ahora, el día del Señor, pues éste merece consideración aparte. Organizar nuestro trabajo semanal en debida forma nos ayuda a realizar mejor el total de nuestro servicio en la causa suprema y total de nuestro ministerio.
Pasó el domingo. Ayer has servido al Señor consagradamente, en la medida que él te lo permitió: reuniones, predicación, experiencias felices, emociones inspiradoras… y quizá algunas lágrimas. Naturalmente, al comenzar las tareas el lunes debes hacer un pequeño alto en el camino para «sacar cuentas» y hacer un balance de lo que hubo, y de lo que viene en la nueva semana.
Primero vendrá la devoción privada. Luego revisas los apuntes de tus predicaciones del día anterior; los repasas brevemente para hacerles la autocrítica. Anotas la fecha al pie de ellos. Pides a Dios que bendiga a los que escucharon esos mensajes, sin olvidarte de pedir perdón por sus deficiencias. Archivas esos apuntes.
Repasarás mentalmente los hechos del día anterior. Quizá queda algo por hacer, algo nuevo que surge, algo que hay que tener en cuenta para esta semana, o para el domingo próximo. Lo anotas en seguida para no tener que decir luego: «¡Pero, me olvidé!» Pasas lista a «tu gente» y así quizá percibas que sólo quedan noventa y nueve de las cien ovejas. Si así fuera, tratarás de buscar «la que se perdió». Tomarás buena nota de los enfermos de que te has enterado: éste va a internarse en el hospital, el otro está en cama en su casa, el de más allá tiene un problema particular que debes ayudarle a resolver, y un otro más se va de viaje y le has ofrecido una carta de presentación … a algunos tendrás que visitar esta semana y a otros querrás invitar para que vengan a tu casa, o al templo para conversar con ellos, o a orar por la solución de sus problemas. No faltarán aquellos a quienes hablarás por teléfono. Finalmente pedirás a Dios: «La obra de nuestras manos confirma.»
Sólo ahora estarás en condiciones de seguir adelante. Lo primero, en cuanto a trabajo, es ordenar el trabajo de la semana. Y mejor hacerlo pronto porque de lo contrario, no teniendo un plan definido, otros se encargarán de hacértelo en tu lugar con visitas, pasatiempos, compromisos sociales, etc. Primero debe ser lo primero: el deber ante el Señor.
Poco a poco uno va aprendiendo y se hace su propio sistema para ordenar el trabajo de la semana. Si me lo permites te diré lo que siempre acostumbré a hacer: realmente son dos formas distintas del plan de actividades semanales: uno por orden de asuntos, sin distribución de días, ni horas; y otros por días, es decir para cada uno de los seis días de la semana. El domingo es aparte.
Dirás que esto parece complicado. Sin embargo no lo es. Recuerdo que hace años en un «Instituto para Pastores», en una ciudad del interior del país, durante una discusión sobre el aprovechamiento del tiempo del pastor, alguien me pidió que expusiera qué hacía yo para ordenar mis tareas. ¡Los tremendos ojos que abrieron algunos de los pastores jóvenes! Uno había acabado de decir que él hacía las cosas de la semana «a medida que iban apareciendo» … ¡La lástima es que a algunos se les aparecen cuando ya es tarde para realizarlas! A lo menos para realizarlas «decentemente y con orden».
Trataré de explicarte qué es, más o menos, lo que hago. En una hoja, a lo menos de tamaño oficio, para que quepa todo, o en un cuaderno a doble hoja por cada semana, hago divisiones distintas. Ya sé en qué lugar va cada asunto. Por supuesto, no tiene mayor importancia la ubicación; pero para mí es una ayuda respetar el mismo lugar para cada clase de asuntos. De esa manera los distingo con el primer vistazo al comenzar las tareas de cada día. Quizá las divisiones del trabajo que yo necesito no sean iguales a las tuyas, o a las de otro pastor. Por eso suprimiré en la enumeración las que considero más particulares a mis propias tareas. Sólo te mencionaré las que considero más generales. Ahí van:
«Cultos». En un extremo de la hoja mencionada hago una división en la que coloco, en columna, la lista de los cultos y distintos tipos de reuniones en las que tengo que predicar o enseñar durante la semana, incluyendo las del domingo siguiente. Al pie agrego una indicación sobre algún mensaje especial o conferencia que debo pronunciar en fecha próxima, para ir buscando el material y preparándolo, sea en la iglesia o fuera de ella. Muy pronto comienzo a buscar el material y a elegir los temas. A medida que ya está lista una reunión coloco el título del tema al lado y tacho el renglón, preferentemente con lápiz rojo. De esa manera no me toma desprevenido ningún culto, ni con material de último momento. ¡También evita muchas veces estar alimentando a la congregación con comida recalentada!
«Visitas». Otro extremo de la hoja lleva la lista de las visitas que debo hacer. Si es necesario hago también una subdivisión en esta: «hospitales». Debajo el nombre del paciente, como asimismo los datos de la sala y la cama. Luego «enfermos», entendiendo yo que se trata de enfermos que están en su propia casa y a quienes debo ver durante la semana. Luego «visitas», que son las propiamente dichas. Esta lista la hago según las necesidades que hayan surgido el día anterior, o bien consultando la lista que poseo aparte sobre visitas, en la cual anoto la fecha en que la he hecho; incluye a los miembros y a las personas nuevas. Durante la semana voy tachando con lápiz rojo los nombres de las visitas ya cumplidas.
«Entrevistas». Este ha sido un renglón de mucha bendición para mí en los últimos años. Me refiero a los casos en que, en lugar de ir a visitar arreglo una entrevista en mi estudio. Hay épocas del año en que hay muchas más que en otras, especialmente de interesados y nuevos creyentes.
«Correspondencia». Otra columna separada por una raya vertical, lleva la lista de las cartas que debo escribir o contestar. Hago esta lista repasando las cartas recibidas la semana anterior, no contestadas, y voy agregando a ella el nombre del remitente de cada carta que va llegando durante la semana ¡Y lápiz rojo cada vez que contesto una!
Cuando por falta de tiempo, o por no tener urgencia, quedan algunas sin contestar irán a encabezar la lista de la semana siguiente. Esto evita «olvidos», dolores de cabeza… y descortesías. Tú habrás notado ya que hay personas —y pastores en no poca abundancia— que por hábito son «anticontestacionistas». No se les arranca una carta ni por casualidad. Dicen que es por «olvido», aunque posiblemente la mayor parte de las veces es simplemente por desorden.
«Salidas». En esta columna van las salidas para asuntos diversos y a distintos lugares: compras, compromisos, relacionados con la obra, etc. Esto ayuda a agruparlas y más de una vez a «matar dos pájaros de un tiro», y a lo mejor tres o cuatro. Así se ahorran zapatos y tiempo… y moneditas o pesos en tranvías y ómnibus. Si tienes coche propio ahorrarás nafta, (gasolina); pero de esto tampoco entiendo mucho.
«Escribir». Yo lo pongo así. Quizá alguien más purista diría: «Escritos». Esto va, naturalmente, en otra columna. Allí el nombre de la revista, o el título del artículo que debo escribir. También suelo colocar la lista de las circulares que tengo que redactar, salvo que entren en otro casillero de la Iglesia u otras actividades.
Podría indicar cuatro o cinco divisiones más: pero quizá no todas son de carácter general. Lo es, sin embargo, la columna que denomino «Iglesia» y en la que coloco especialmente las actividades de orden administrativo en que debo participar o vigilar que se lleven a cabo, como ser comisiones, citas, etc. En épocas especiales de evangelización o avivamiento habrá una columna especial, titulada «Campaña», en la que constarán los asuntos generales o urgentes, pues en una hoja, u hojas, aparte irán los detalles respecto a la misma.
Luego vienen los compromisos denominacionales y extra denominacionales. No entro en este terreno para no enredar más la cosa. Yo pongo el nombre de cada Junta o Comisión, Convención, etc., en que tengo cargos directivos y la lista de los asuntos a atender. Y así suma y sigue, cuando hay algo argente, en lugar de poner esta palabra, lo escribo en lugar aparte y lo rodeo de un círculo rojo (¡»peligro» … de olvidarse!)
A fuer de cargoso todavía me voy a permitir decirte que es importante poner un asunto bien separado del otro, es decir, no a columnas seguidas; sino ocupando los extremos de la hoja y otras zonas. Eso ayuda a la visualización rápida. De lo contrario, algunas veces uno está cansado o distraído, mira la hoja y no ve nada ¡Qué dicha cuando al final de la semana todo está tachado! Desgraciadamente muchas veces hay cosas que pasan a la semana siguiente, especialmente en circunstancias especiales, como por causa de enfermedad, o hechos imprevistos. Pero, me parece que la ventaja de este método está en que si uno se atrasa, «habilita», como en los juzgados de los tribunales, «horas» especiales para hacer la tarea pendiente, o suprimir lo suprimible.
Luego viene, naturalmente, la distribución en la agenda semanal. Por lo menos a mí me han resultado mucho más prácticas las agendas semanales que las diarias o mensuales. Me refiero a una hoja para cada semana. Así es más fácil tener varios días por delante para ver cómo van las tareas.
En esta agenda, generalmente divido cada día en tres partes: mañana, tarde y noche. Cuando se trata de compromisos a hora fija coloco la hora. No todo cabe en esta agenda, ni me ha resultado cómo distribuir en ella todo lo de la hoja anterior. Conviene cierta elasticidad para aprovechar mejor los «ratos perdidos», con algunas actividades de relleno.
Por ejemplo: una de las maneras de descansar, es cambiar de actividad. Digamos que has estudiado o escrito dos o tres horas y te sientes fatigado. Pues nada más fácil: echar una ojeada al programa de actividades ¡y ya está! En media hora, o en una hora, se puede hacer una visita cercana o cumplir un pequeño compromiso. Un poco de «footing» (caminar a pie) hace bien ¡y otra vez se matan dos pájaros de un solo tiro!
Conociendo la hora de almorzar o de cenar —pues hay orden en la casa pastoral— veo que me quedan diez o quince minutos. Los aprovecho para escribir una o dos cartas, ¡y ahí va otra vez el lápiz rojo para sacarlas de la lista! No me parece razonable, salvo casos especiales, dedicar todo un medio día o un día entero para «despachar la correspondencia». Generalmente eso se puede hacer llenando los claros del programa diario.
Lo importante en todo esto, y creo que estarás de acuerdo conmigo, es saber lo que tenemos que hacer y HACERLO sencillamente. Mil y una circunstancias, y aun nuestra propia pereza, algunas veces, nos pueden hacer perder el tiempo dando vueltas, conversando o aceptando compromisos meramente sociales. Más de una vez será necesario al pastor tener que decir como Nehemías: «Yo hago una grande obra y no puedo ir.»
Naturalmente, no basta estar ocupado, sino ocupado en lo que debemos hacer en su turno y por su importancia. Hay personas que siempre están «muy ocupadas» y cuyo disco favorito es «no tengo tiempo» o «imposible, me vuelvo loco con todo lo que tengo que hacer». Y generalmente son perfectamente sinceras al decirlo; pero es que no tienen orden en la administración de su tiempo: hacen todo en desorden, se atrasan, lo hacen apresuradamente a último momento y, finalmente, se desacreditan. Así vienen los nervios, la agitación. ¡Babel en casa!
Por ejemplo, si tengo que preparar el material para el domingo y lo dejo todo para el viernes o el sábado, pasando la semana en cosas menos urgentes, de repente vienen llamadas para enfermos, un entierro, una visita inesperada, y otras cosas, y ya empiezan las corridas, la falta de espíritu de oración y de meditación. ¡Así sale luego la predicación! No es solamente aprender a aprovechar el tiempo, sino aprender el orden de prioridad en que debemos hacer cada cosa.
Hay asuntos que se pueden postergar, otros no. Primero lo primero, y luego estaremos tranquilos haciendo lo demás con calma. Para esto debiéramos llegar al programa diario de actividades; pero ya tendremos tiempo, en otra oportunidad, de cambiar ideas sobre esto.
Por lo pronto, perdóname por estas disquisiciones, quizá de no mucho valor; pero puedes estar seguro que mientras no lleguemos a la eternidad, donde la cuestión tiempo no contará, nos sentiremos gozosos cuando robando tiempo al tiempo, aprovechemos el tiempo que tenemos haciendo cada cosa a su debido tiempo.
Quizá te extrañe que no te haya hablado del tiempo necesario para el descanso o recreación. No me atrevo a decirte que no es necesario, por supuesto; pero creo que tendrás que hacerte aconsejar por otro en este aspecto: ¡no es mi especialidad, lo reconozco! Aunque pueda estar equivocado, sin embargo, me parece, en términos generales, que ¡es mejor gastarse que enmohecerse, hacer que apolillarse, quemarse que podrirse!
Tuyo en su servicio:
S. Canclini
El Pastor Evangélico, 1958
Saludos y muchas bendiciones. Mi nombre es Manuel Alejandro Delgado, tengo 29 años de edad (cumplo mis 30 este mes de enero 2023). Estoy al frente de una iglesia bautista en la parroquia Chachopo municipio Miranda estado Merida, Venezuela, desde hace unos 3 meses. Este articulo me ha ayudado mucho, dado que lucho con la organizacion de mi tiempo. Me ha dado una buena estrategia para organizar mi semana. Soy nuevo en el ministerio y deseo en el Señor hacer las cosas bien. Muchisimas gracias, seguire leyendo articulos de esta pagina dado que me parecen muy interesantes y edificantes.
Bendiciones.