Evangelismo sin descuidar el discipulado

El ser humano está inclinado a ir de un extremo al otro. Hay creyentes, y grupos de creyentes, que dan muy poca importancia a la evangelización. Hay otros que, a mi parecer, le dan demasiado importancia por el hecho de que son negligentes en el discipulado.

La Biblia exhorta a los creyentes a saber aprovechar bien el tiempo, porque los días son malos. Efesios 5:16. Para poder cumplir con este mandato, tenemos que saber evaluar nuestras actividades para no dar demasiado tiempo a una cosa y descuidar otra. Es un asunto de prioridades. Fracasamos si somos negligentes en cumplir con lo que importa.

Antes de ser mal entendido, quiero decir que no estoy diciendo que el evangelizar no importa. Sí importa, pero no es el todo. Mi preocupación es que estamos fracasando en discipular a los que ganamos a Cristo. Nos detenemos antes de terminar con nuestro deber hacia los nuevos creyentes. No es suficiente que empiecen a asistir a la iglesia, o que se bauticen y estén recibidos en la membresía. Esto no indica que han llegado a un gran nivel de madurez.

En II Timoteo 2:2, el Apóstol Pablo nos dio un formulario para producir creyentes maduros. El dijo, «Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.» Es un asunto de hombres enseñando a hombres o mujeres enseñando a mujeres. La manera mejor de hacerlo es sobre un nivel personal, o sea uno por uno. Hay algunos cuantos bosquejos preparados que se puede usar para enseñar las verdades básicas, no únicamente de las creencias, sino también de las normas que un creyente debe practicar en su vida.

Jesús también en la gran comisión nos encargó con la tarea de hacer discípulos. El nos mandó a «ir y hacer discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amen.» Mateo 28:18-20

Es lamentable, pero tenemos creyentes en nuestras iglesias que años atrás aceptaron a Cristo como su Salvador, pero todavía no son muy maduros. A ellos también les hace falta clases de discipulado para que sean útiles en la obra del Señor. Debemos discipular a los creyentes con el fin de que ellos también sean capaces de discipular a otros. Así el trabajo de discipular no tiene que caer sobre el pastor. El debe poner el ejemplo, pero es demasiado esperar que él haga todo. El discipular lleva tiempo. Hay que pasar horas con el discípulo, enseñándole y contestando sus preguntas. Si ganamos a alguien a Cristo y no podemos discipulares personalmente, debemos asegurarnos que otro lo hará. Por el presente, hay una gran falta de creyentes capaces de discipular a otros. En parte, es porque pocos se dan cuenta de la gran importancia de discipular a los creyentes nuevos.

¿Debemos evangelizar menos? ¡Para nada! Un extremo sería evangelizar y descuidar el discipular. El otro extremo es discipular y descuidar el evangelizar. Con las palabras de Jesús podemos decir, «Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.» Mateo 23:23.

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